En 2013, Pablo Iglesias Turrión, líder de Podemos, recogía un sentir muy arraigado en la izquierda española: “Durante mucho tiempo, en Europa, la clase obrera representó una enorme masa de población asalariada.... Aquella clase obrera... representaba el sujeto de avance hacia el progreso. Pero el trabajo ha cambiado.... los que hoy están en la base de la estructura económica son irreductibles a una sola unidad simbólica... y sólo la miopía de cierta izquierda puede insistir en agruparles a todos bajo la etiqueta de obreros e invitarles a afiliarse a los sindicatos”. Entre la izquierda de tradición marxista no se comparte esta vision. Sin embargo, muchos manifiestan la misma idea de fondo: la “antigua clase obrera industrial” está en vías de desaparición, más en un país fundamentalmente dependiente de los servicios, que ha dado lugar a un nuevo grupo social llamado “precariado”. Nuevas contradicciones entre “precarios y no precarios” y “problemáticas que superan claramente el problema de clase social” son fuente de reflexión entre los activistas. Pero ¿Estaremos ante el fin de la clase obrera “de los sectores estratégicos”?