Edmund Burke y la libertad de las ovejas

 

¡Oh! Eran para mí días felices, en los que los señores feudales

no podían ni siquiera escribir sus nombres,

pero donde, en sus castillos y monasterios, tenían

calabozos, cámaras de tortura, y un bufón…

¡Oh! También eran los tiempos en que la gente no podía dar cinco pasos

sin tropezar con una abadía donde se rociaban

mutuamente con agua bendita y piadosas fórmulas latinas,

pero en que se te llevaba a la hoguera si

por error, afirmabas que el mundo giraba alrededor del sol.

Cuando los aldeanos vivían con el temor total

de seres atormentados, de fantasmas, y fuegos fatuos

mientras que no había otros seres atormentados

que los de los claustros y castillos, ni los otros fantasmas

que la peste, el hambre y la viruela, ni otros fuegos fatuos

que los de la ignorancia más desgarradora. 


 

Louis Paul Boon en Hermanos de armas[1]

 

 

Desde la división de la sociedad humana de acuerdo a la jerarquía social, desde que una pequeña minoría comenzó a apropiarse sistemáticamente de los productos del trabajo de los demás, los oprimidos se rebelaron por la libertad y la igualdad. Entraron en conflicto con sus opresores. La reacción fue muy cruel: torturas, horcas... Pero también fue ideológica, con sus propias normas y valores: el conservadurismo.

En su libro The reactionary mind. Conservatism from Edmund Burke to Sarah Palin(La mente reaccionaria. El conservadurismo de Edmund Burke a Sarah Palin), Corey Robin estudia el origen de este conservadurismo y su respuesta a las aspiraciones de los oprimidos para obtener más libertad e igualdad. "Con frecuencia se afirma que la izquierda lucha por la igualdad, mientras que la derecha representa la libertad, escribe Robin. Pero este punto de vista refleja la diferencia entre izquierda y derecha de manera errónea. De hecho, hay que precisar que los conservadores siempre han defendido la libertad para los de arriba, y la restricción de la de las capas inferiores."[2]

 

El espíritu del caballero contra piara porcina

El filósofo que, justo antes de la Revolución Francesa, estructuró el conservadurismo en un conjunto coherente de ideas se llama Edmund Burke. Más tarde, casi todos los pensadores reaccionarios recogieron las ideas de este erudito, que fue el primero en refutar "una idea universal del hombre." "La reacción europea e incluso el nazismo, se refirieron a menudo a Burke, pues - argumentan - tuvo el mérito de demoler la concepción universal del hombre y negar la idea de igualdad", explica el filósofo italiano Domenico Losurdo.[3] Pero Charles Maurras, el ideólogo de Acción francesa de extrema derecha, el antecesor del Frente Nacional, y Oswald Spengler, el inspirador del Partido Nazi, no son los únicos admiradores de Burke. Entre ellos, también se encuentra una tal Ayn Rand, autora de La Rebelión del Atlas (véase el capítulo 2 de esta parte), así como Myron Magnet, el padrino intelectual de George W. Bush. En la actualidad, Michael Gove, el "gurú" de los conservadores británicos, ministro de Educación del Gobierno de Cameron, es también un fan declarado de Edmund Burke. Aquí en Bélgica, Bart De Wever admite estar influenciado por Burke. En 2003, De Standaard solicitó a los políticos escribir un artículo sobre un filósofo de su elección. Bart De Wever eligió al viejo Edmund.

El patrón del N-VA –Ndt: partido político belga - resumió correctamente la filosofía de su inspirador "Según Burke, la sociedad no es un producto de la razón humana, sino un orden que se ha desarrollado de manera organizada, con tintes de espíritu de "religiosidad" y de espíritu de "nobleza". Las tradiciones e instituciones establecidas, como la familia, la escuela o la iglesia están por encima de las aspiraciones de las personas o de la masa. La búsqueda colectiva de la supuesta libertad, igualdad y fraternidad de los hombres termina inevitablemente en la barbarie y la lucha. La verdadera libertad, no la de hacer lo que uno quiera, sino la de hacer lo que tenemos que hacer, se logra a través del respeto de las tradiciones e instituciones: aceptar la herencia, mejorarla si es posible, y transmitirla después."

Es un buen pedazo para digerir. Según Burke, dos principios sustentan la civilización: «the spirit of the gentleman» y «the spirit of religion» ("el espíritu del caballero" y "el espíritu de la religión").[4] Como sabemos, en el sistema feudal medieval, "el espíritu del caballero" no era otro que el de la nobleza, el de la clase de aristócratas que no trabajaban, un espíritu "cortés" que se lucraba cada vez más con la riqueza producida gracias al trabajo de los agricultores y obreros agrícolas. El "espíritu de la religión", era el de los más altos clérigos - cardenales, obispos y abades. Los señores eclesiásticos poseían prácticamente la totalidad de los viñedos de la Borgoña, ejercían el dominio desde sus opulentas y hermosas abadías como Cluny, Citeaux o de Fontenay, y percibían impuestos como el diezmo.

Burke también dice: "la verdadera libertad es la libertad de obedecer las reglas." Es la libertad de los agricultores y trabajadores agrícolas de cultivar su pobre terruño y pagar los pesados diezmos o el impuesto real para acceder a la prensa o al molino del señor. Es la libertad de tener hambre y se agradecido a pesar de todo, la de pronunciar “señor” al paso de los aristócratas. O la libertad de los trabajadores y de los sans-culottes[5] de los suburbios de París para fabricar muebles, alfombras, cortinas, ropa, pelucas y otros artículos de lujo para los aristócratas de los más hermosos barrios. La mayoría de estos artesanos son pobres, pero aún así tienen una vida mejor que la de la masa de jornaleros, obligados a vender sus brazos cada mañana en talleres y fábricas. Quienes a su vez tienen una situación mejor que la de los parados, mendigos y prostitutas que tienen la libertad de vender su cuerpo para sobrevivir.[6]

Para Burke, los trabajadores, los sans-culottes, los mendigos, los agricultores y trabajadores agrícolas no son más que una "multitud grosera".[7]

El respeto hacia las instituciones, la libertad entendida como obediencia servil a las estructuras de poder: ese es el lema de todas las clases reinantes desde el nacimiento de la sociedad de clases. Desde los faraones de Egipto a los aristócratas atenienses pasando por los emperadores chinos. De la nobleza y el clero del antiguo régimen a los latifundistas, banqueros y grandes industriales del capitalismo. Posteriormente Edmund Burke desarrolla tesis para combatir a la Revolución Francesa que derrocó la jerarquía social del antiguo régimen. Así el conservadurismo nace como una reacción contra este cambio, reflejo de la auto-defensa de las clases dominantes.

 

La sociedad orgánica de Edmund Burke

Bajo el antiguo régimen, el corazón de Francia no latía en París, sino en lo que ahora se conoce como la Francia profunda. En vísperas de la Revolución Francesa, unos 22 de los 28 millones de franceses vivían en el campo. Para estos agricultores y campesinos, el pueblo y sus alrededores eran su país. Prácticamente todos los campos eran propiedad de los aristócratas, que plácidamente instalados en sus grandes castillos, dejaban el trabajo duro a los agricultores y obreros agrícolas, que constituían la gran mayoría de la población.

Según Edmund Burke, los trabajadores agrícolas no pertenecen por completo a la categoría de seres humanos. Los compara con lo que los escritores de la antigüedad llamaban "instrumentum vocale", una "herramienta con voz". Apenas algo mejores que una herramienta que hace ruido estúpidamente, una herramienta que canta como cuando se golpea la hoja sobre el yunque del herrero o como un animal de tiro. O, mejor aún, el "instrumentum mutum", la "herramienta muda", como el carro, el arado, la pala, etc. Así, este gran maestro de la pedagogía resume el orden natural de la sociedad orgánica con las siguientes palabras "la mente más valiosa y más importante a este nivel es el hecho de que el conjunto de la agricultura forma un orden natural y justo. Las bestias comienzan a mover el arado o el carro, el trabajador es la razón de la bestia. El campesino es un príncipe reflexivo para el trabajador agrícola. Romper esta cadena de subordinación en cualquier punto, sería de más de lo absurdo"[8]. Burke señala el interés que representa para los aristócratas y los gentlemen-farmers alimentar bien a sus trabajadores agrícolas para que sean eficaces en su vida "instrumental": "Es en interés del propietario que el trabajador agrícola esté bien alimentado y que se cumplan adecuadamente las necesidades básicas de su existencia animal, de manera que su cuerpo pueda mantener su máxima capacidad y se mantenga de buen humor.”[9]

Burke también muestra con desdén y mirada altiva, su desprecio por la plebe de las ciudades, los sans-culottes parisinos: "la actividad de un peluquero o de un fabricante de velas, por no mencionar muchos otros trabajos, no puede representar una fuente de orgullo bajo ninguna circunstancia ni para persona alguna. El Estado no debe ejercer opresión alguna sobre los hombres de esta clase, pero el estado sufriría mucho si, en grupo o individualmente, se les permitiese gobernar.”[10]

Para Burke, el orden imperante es una disposición natural y orgánica en la que cada uno debe tener su lugar, y conocerlo. Los peores enemigos son los que quieren invertir ese orden, los partidarios de la igualdad que quieren trastocar el orden natural de las cosas.

Nunca hubo un peor flagelo que el de la Revolución Francesa, afirmaba Burke en su vejez.[11] En 1790 expuso en el Parlamento británico: "el verdadero propósito de esta revolución es romper todas las relaciones, tanto naturales como sociales, que rigen la sociedad, para mantenerla encadenada al yugo de la subordinación, haciendo levantar a los soldados contra sus oficiales, a los empleados contra sus amos, a los trabajadores contra sus empleadores, a los campesinos contra los terratenientes, a los sacerdotes contra los obispos y a los hijos contra sus padres"[12] y termina con estas terribles palabras: "Para exterminar esa cosa a la que se llama aristócrata, noble o gentleman.”[13]

Este filósofo del elitismo insiste en que la sociedad debe ser dirigida por una elite natural, "si la gente no permanece bajo la disciplina de los más inteligentes, más capaces y más ricos, no podemos pretender vivir en una sociedad civilizada .”[14]

 

La sociedad orgánica de la esclavitud

Desde la segunda mitad del siglo XVII, Francia deporta a cientos de miles de esclavos, de África a las del plantaciones de caña de azúcar y de café en su colonia Santo Domingo. Era la perla de las Antillas, donde se marcaba al rojo vivo a los esclavos como si fuesen ganado. Trabajaban siete días a la semana en estas plantaciones haciendo de Santo Domingo la región más rica del Caribe. Según Burke, en esta isla se impuso un orden orgánico perfecto, hasta que los esclavos cometen lo irreparable. En 1791, inspirados por la Revolución Francesa, se rebelaron bajo el liderazgo de Toussaint Louverture. La lucha por la libertad terminó el 1 de enero 1804 con la Declaración de Independencia. Santo Domingo a partir de entonces se pasará a llamar Haití, la "tierra de las altas montañas." Haití fue el primer estado de "negro" independiente del hemisferio occidental.

Tras conocer el estallido de la revuelta de esclavos en 1791, Burke enloquece de ira. Ante la Cámara de los Comunes británica truena: "Una constitución basada en los llamados "derechos humanos" abrirá la caja de Pandora en todo el mundo. Al igual que en Haití, donde los negros se revelan contra los blancos y los blancos contra los negros, y los unos contra los otros en un hostilidad que ha abolido toda subordinación.”[15]

¿Porqué abraza Burke la causa de la revolución americana, pero no la de la Revolución Francesa? De hecho, una década antes de la Revolución Francesa (1789), la Revolución Americana (1775-1783) había proclamado alegremente el principio de "libertad e igualdad." Pero todo el mundo sabía perfectamente que mientras tanto, eso no impedía el exterminio de los nativos, para quienes estos principios de libertad e igualdad no significaba mucho. Durante treinta y dos de los treinta y seis primeros años de los Estados Unidos, los presidentes de esta nación tuvieron esclavos a su servicio. George Washington, Thomas Jefferson (el autor de la declaración de independencia), Benjamin Franklin y James Madison (uno de los autores más importantes de la Constitución de los EE.UU.), todos eran dueños de esclavos. Jefferson afirmó que la esclavitud era como coger al lobo por las orejas: nos gustaría liberarlo, pero el miedo a que se vuelva contra nosotros y nos devore nos hace dudar. Estaba convencido que los negros eran inferiores a los blancos. La esclavitud en los Estados Unidos sobrevivió todavía un siglo más, hasta 1865. Incluso tras su abolición oficial, la supremacía blanca y la subordinación de los negros siguieron presentes. Durante la década de 1960, el sexo y el matrimonio entre blancos y negros seguían siendo considerados delito en muchos estados de EE.UU.

Sin embargo, eso no ocurría en Haití. En 1794, antes de que el nuevo Haití viese la luz, Toussaint Louverture, el jacobino negro, convocó un Convenio sobre la abolición de la esclavitud. Y, bajo su gobierno, esta emancipación se convirtió en realidad. Varias décadas más tarde, Bolívar logró abolir la esclavitud en casi toda América Latina, con Haití como base.

Esta cruzada de Burke contra la revuelta de los esclavos en Haití revela bien qué es el conservadurismo. Burke quiere evitar que los oprimidos tomen el destino en sus propias manos. Esto no quiere decir que se oponga al cambio en sí mismo. Pero este cambio no debe atentar nunca contra el orden, debe seguir el orden tradicionalmente establecido. Burke entiende que la ascendiente clase capitalista de mercaderes, dueños de fábricas y manufacturas reclama un sitio en el poder. Pero esto debe hacerse poco a poco, gradualmente, llegando a compromisos con la nobleza y el clero y manteniendo el espíritu de subordinación. La subordinación hacia el aristócrata, el noble y el gentleman-capitalista.

Burke es partidario del colonialismo, del gran Imperio Británico y de la esclavitud. Pero no quiere que la sangre, el sudor y las lágrimas de esta esclavitud colonial ensucie la  insignia británica.

"Lealtad" es una palabra clave en el conservadurismo de Burke. Lealtad incondicional del alumno a su maestro, del granjero al gentleman-granjero, de toda la sociedad hacia el rey y del rey hacia Dios. Cuando se incorpora este patrimonio medieval de la ideología conservadora del siglo XVIII a la era del capitalismo, pasa a llamarse "corporativismo". Es decir, la fidelidad total a empresarios y banqueros. En el siglo XIX, el influyente sociólogo William Graham Sumner fue uno de los primeros en expresarlo: "Se les llama captains of industry (capitanes de la industria). La analogía con los líderes militares de esta expresión no engaña a nadie. Los grandes líderes del desarrollo de la organización industrial necesitan las mismas habilidades: la capacidad de dirección y orden, el coraje y la firmeza. Se requerían estos talentos para las funciones militares, pero en ninguna otra parte. El ejército industrial es tan dependiente de estos capitanes como los militares de sus generales. Por lo que hay una gran demanda de personas con estas capacidades. Disponer de estas cualidades es un monopolio natural.”[16]

Así que debemos observar una subordinación absoluta al empresario, a imagen y semejanza de la debida a los militares.

En resumen, la libertad está dividida en dos. Para los capitanes de la industria, todo está permitido. Para el resto, existe la libertad de no ser otra cosa que una oveja.

 

 


[1] Louis Paul Boon, Wapenbroeders, 1955. Frères d’armes, traduction de Jean Marie Flémal, 2009.

[2] Corey Robin, The reactionary mind. Conservatism from Edmund Burke to Sarah Palin, Oxford UniversityPress, new York, 2011, p. 8.

[3] Valère Staraselski, Domenico Losurdo, Fête de l’Humanité, 2007 (http://www.comite-valmy.org/spip.php?article484).

[4] Edmund Burke, Reflections on the Revolution in France [1790], Harvard Classics, Vol. 24, Part 3, P.F. Collier & son, new York, 1909–14., p. 133 (http://www.bartleby.com/24/3/6.html). [e. Burke, Réflexions sur la révolution de France, 1790, p. 139. texte disponible sur : http://books.google.be/books?id=xtxfhkp l8tkC&printsec=frontcover&dq=inauthor:Burke&hl=nl&sa=X&ei=1ssKt8W_JMn28QopsayhaQ&ved =0CdMQ6aewaa#v=onepage&q=inauthor%3aBurke&f=false].

[5]Trabajadores independientes, pequeños comerciantes y artesanos (carpinteros, sastres, etc.) http://es.wikipedia.org/wiki/Sans_culottes

[6] Jacques R. Pauwels, Het Parijs van de sansculotten, ePo, Berchem, 2007, p. 15-28.

[7] Edmund Burke, op.cit., p. 139.

[8] Edmund Burke, Thoughts and details on scarcity, [novembre 1795] dans The works of the right honourableEdmund Burke, Vol. iV, Wells and lilly, Boston, 1826, p. 231 (http://books.google.be/)

[9] Edmund Burke, Thoughts and details on scarcity, op. cit., p. 231.

[10] Edmund Burke, Réflexions sur la révolution de France, op. cit., p. 83. [http://books.google.be/books?id=xtxfhkpl8tkC&printsec=frontcover&dq=inau...

[11] Edmund Burke, Letters on a Regicide Peace, liberty Fund, indianapolis, 1999, p. 73.

[12] Edmund Burke, Speech on the Army Estimates [9 février 1790]. Cité dans Corey Robin, op. cit., p. 13.

[13] Edmund Burke, Letter to Earl Fitzwilliam [1791]. Cité dans Corey Robin, op. cit., p. 16.

[14] Edmund Burke, An Appeal from the New to the Old Whigs. Cité dans Corey Robin, op. cit., p. 24.

[15] Conor Cruise o’Brien, The Great Melody: A Thematic Biografy of Edmund Burke, University of ChicagoPress, Chicago, 1992, p. 418-419.

[16] William Graham Sumner, « the absurd effort to Make the World over », dans On Liberty, Society andPolitics. The Essential Essays of William Graham Sumner, liberty Fund, Indianapolis, 1992, p. 254.