Adios a 1945 ¡Acerquemos nuestro país al mundo!

 

Denis Kessler fue durante 4 años vicepresidente de la patronal francesa MEDEF y actualmente dirige el grupo empresarial Scor. Asistente del socialdemócrata Dominique Strauss-Kahn, tras la victoria de Nicolas Sarkozy le ayuda a diseñar las líneas generales de las reformas. En 2007 escribió la presente editorial en el periódico francés Challenge. Una auténtica declaración de intenciones. Tres años más tarde, en 2010, Nicolas Sarkozy le concede la medalla de la Legión de Honor. 
 
El modelo social francés es el resultado del Consejo Nacional de la Resistencia. Un compromiso entre gaullistas y comunistas. Ha llegado el momento de reformarlo, y es a lo que se dedica el gobierno.
 
Los sucesivos anuncios de las diversas reformas del gobierno pueden dar la impresión de ser meros parches, porque son muy distintas, de desigual importancia, y en distintos ámbitos: el estatus de la función pública, las pensiones, la financiación de la Seguridad Social, la paridad...
 
Si lo observamos con más detenimiento, vemos que hay una profunda unidad en este ambicioso programa. ¿La lista de reformas? Es muy sencillo, tomar todo lo que se puso en marcha entre 1944 y 1952, sin excepción. Ahí está. ¡Se trata de salir de 1.945 y deshacer metódicamente el programa del Consejo Nacional de la Resistencia!
 
En aquella época se forjó un pacto político entre gaullistas y comunistas. Este programa era un compromiso que permitió a los primeros que Francia no se convirtiese en una democracia popular, y a los segundos obtener avances – calificados como históricos - y poner negro sobre blanco en las leyes y estatutos las posiciones políticas logradas.
 
Este compromiso, forjado en una situación muy “caliente” y especial de nuestra historia moderna (en el que los tanques rusos se encontraban a dos etapas del Tour de Francia, como dijo el General De Gaulle), se tradujo en la creación de la Seguridad Social , el estatus de la función pública, el importante sector público productivo y la consagración de las grandes empresas francesas recién nacionalizadas , los convenios en el mercado laboral, la representación sindical, los planes de pensiones complementarios, etc. .
 
Esta estructura única se ha mantenido en cierto modo durante más de medio siglo. Incluso se fortaleció en 1981, en contra de la historia, por el programa común. Sin embargo, claramente está desbordada, es ineficaz, caduca. No permitió que nuestro país se adaptase a las nuevas exigencias económicas, sociales, internacionales. Al final se traduce en un distanciamiento de nuestra nación de casi todos sus socios.
 
El problema de nuestro país es que santifica a sus instituciones, que les da una vocación eterna, que en cierto modo las convierte en un tabú. Así que, mientras existen, cualquiera que trate de reformarlas parece estar motivado por una mala intención. Y muchos se erigen en guardianes de estos templos sagrados de los que obtienen su legitimidad y su situación económica, social y política. Y los que atacan a estas instituciones de post-guerra parecen unos sacrílegos.
 
Solo con la caída del Muro de Berlín, con la virtual desaparición del Partido Comunista, el retroceso de la CGT a algunas plazas fuertes, la respiración asmática del Partido Socialista se dieron las condiciones necesarias para comenzar a vislumbrar el alumbramiento que se anuncia.
 
Pero eso no fue suficiente. También se requería que se cerrase un debate interno en el mundo gaullista, y que los que pensaban que podían continuar remendando sin fin un modelo usado, que se ha vuelto inservible, diesen paso a una nueva generación de empresarios políticos y sociales. Ir en contra de los padres fundadores sólo es un problema en el psicoanálisis.
 
Editorial de Challenges. 4 Octubre 2007