Sarkozy & Co: el trabajo, Mayo del 68 y la Resistencia o cómo desviar los valores de la izquierda

 

La ideología del conservadurismo y el ultra-liberalismo no sólo han invadido el mundo anglosajón. Han influenciado toda Europa, incluyendo a Bélgica y Francia. A veces directamente, a menudo subrepticiamente.

En Francia, Nicolas Sarkozy supo ganarse al electorado popular en 2007, llevando a cabo una intensa batalla ideológica. En el ámbito de la seguridad y la inmigración, pero también en el del trabajo, Mayo del 68 y la Resistencia, paseando los estandartes de la herencia tradicional de la izquierda. Si hoy su balance le desacredita en gran parte del electorado que lo eligió, su campaña ideológica continúa acechando a las mentes.

 

El "valor del trabajo" a la salsa Sarko

"Trabajar más para ganar más": el lema de la campaña de Sarkozy del 2007 fue sorprendente. Multiplicando las visitas a las fábricas, ensalzó a "la Francia que se levanta temprano."

"En la parte superior, yo pondría al valor del trabajo, cuyo olvido resume a mis ojos toda la crisis moral francesa, exponía en el inicio de la campaña. El trabajo fue abandonado por la derecha y traicionado por la izquierda. Los socialistas ya no hablan de los trabajadores, es un signo. Quiero ser el candidato del trabajo"[1] Es la primera etapa de Sarkozy: por un lado transformar la crisis económica que destruye el trabajo - con causas ligadas al sistema - en una crisis moral; en segundo lugar, reivindicarse del mundo del trabajo para tratar de recuperar un tema olvidado por la socialdemocracia que no tiene un plan alternativo creíble para crear puestos de trabajo.

Sin embargo, la recuperación del valor del trabajo persigue otros objetivos.

"Lo que mina la sociedad francesa, no es el elitismo, es el igualitarismo, la nivelación, el asistencialismo, la sensación de que, sea cual sea el mal que nos aqueje, da igual porque a nadie le importa"[2], afirmó, pareciendo parafrasear a Burke y Rand. Este es el segundo paso: movilizar a los trabajadores contra los desempleados, los pensionistas los enfermos... señalándolos como asistidos y aprovechados. Para que la gente deje de mirar hacia arriba, hacia los que amasan fortunas a golpe de reestructuraciones y deslocalizaciones, y dirija su mirada hacia abajo, a su vecino desempleado o su compañero enfermo.

Pero, cinco años después, escribe L´Humanité "el candidato de "trabajar más para ganar más", se convirtió en el Presidente del desempleo masivo. "En cinco años, podríamos lograr el pleno empleo, es decir, una tasa de desempleo inferior al 5% y un empleo estable para todos a tiempo completo", prometía el candidato Nicolas Sarkozy en su programa de pre-crisis del año 2007. Hoy en día, el presidente de la república está bien lejos, detentando incluso el siniestro record del desempleo más brutal en las últimas décadas."[3] En cinco años, el reinado de Sarkozy produjo un millón de personas demandantes de empleo. Su "trabajar más para ganar más" se tradujo en una exención  de las cotizaciones a la seguridad social de las horas extra: se inyectaron casi doce mil millones de euros en una máquina de destruir puestos de trabajo.

Pero aún hoy, Sarkozy centra su discurso en el empleo oponiendo el concepto de mérito al de asistencia, el del quienes se esfuerzan al de los aprovechados. Santificó la "Francia que cree en el mérito y el esfuerzo, la Francia a duras penas, la Francia de la que nunca se habla porque no se queja, porque no quema coches [...], porque no bloquea los trenes. La Francia que se siente dejada de lado debido a que los aumentos de impuestos son siempre para ellos y los subsidios para los demás".[4]

Sarkozy dibuja de esta manera los contornos de un conflicto de clase, pero no el entre el trabajo y el capital, si no un conflicto moral dentro de la misma clase trabajadora, entre los que trabajan y no se quejan jamás y los que protestan (los "que bloquean trenes"), los vándalos ("los que prendieron fuego a los coches"), los que se aprovechan ("de los subsidios”). Entre los que respetar el orden establecido y los que lo perturban.

De este modo quiere movilizar a los trabajadores activos contra la seguridad social para mantener fuera de la atención a quienes saquean el empleo y a los que se benefician realmente. Quiere dirigir la atención contra los desempleados por no hablar de los verdaderos “asistidos”: las grandes empresas del CAC 40 (Ndt: el IBEX francés), que, como Total, sólo pagan…. cero euros en impuestos sobre sus beneficios.

 

El bien, el mal y Mayo del 68

En su cruzada moral, Sarkozy no dudó en tomarla con Mayo del 68. En un Palacio de los Deportes de Bercy lleno hasta los topes, a finales de abril de 2007, Sarkozy dejó volar sus flechas "En estas elecciones, se trata de saber si la herencia de Mayo del 68 debe ser perpetuada o si debe ser liquidada de una vez y por todas. Quiero pasar la página de Mayo del 68." Sarkozy no se priva de nada.

"Después de Mayo del 68 ya no se podía hablar de moral, continúa. Mayo del 68 nos impuso el relativismo intelectual y moral. Sus herederos impusieron la idea de que todo vale, que no hay ninguna diferencia entre el bien y el mal, entre verdad y la mentira, entre la belleza y la fealdad, dice el pequeño Nicolás. Trataron de convencer a la gente que no puede haber ninguna jerarquía de valores, proclamaron que todo estaba permitido, que la autoridad se había terminado, que el respeto se había acabado, que la educación había caducado, que ya no había nada grande, nada sagrado, nada admirable, ninguna regla, ninguna norma, ninguna prohibición." Aquí Sarkozy recoge el horror de Burke contra la Revolución Francesa.

Sin embargo, según las encuestas de opinión, más de tres cuartas partes de los franceses creen que mayo del 68 fue un período de progreso social en Francia. Sobre todo por la igualdad de género, la protección social, los derechos laborales y las relaciones familiares que progresaron gracias a aquellos acontecimientos.[5] "Liquidar la herencia de Mayo del 68 de una vez por todas", que propuso Sarkozy, significa un retroceso en todos estos terrenos.

Porque en la Francia de mayo del 68, diez millones de trabajadores se declararon en huelga y se aliaron con los estudiantes que se manifestaban. El movimiento engendró el compromiso de Grenelle, con un aumento de salarios del 10%, la revalorización del Smic (el salario mínimo en Francia), la reducción del tiempo de trabajo (la semana de 44 horas) y el reconocimiento de los derechos sindicales en las empresas. El derecho al aborto llegaría unos años más tarde. En las escuelas se trabajó desde entonces con una nueva pedagogía, la de la participación activa en lugar de la escucha pasiva. Nacieron consejos estudiantiles y las asociaciones de padres.

Sí, Sarkozy conoce la diferencia entre lo bello y lo feo, él, el presidente de los ricos, el amigo de Didier Reynders, el hombre que susurra a los ricos. Pero tiene más amigos que nuestro Didier.

Bernard Arnault, el multimillonario del perfume que eligió hace algunos años ya, a Sarkozy como joven abogado, es su amigo íntimo desde hace tiempo. Según la revista financiera Forbes, Arnault es, gracias a su fortuna personal de cuarenta y un mil millones de dólares, el hombre más rico de Europa, y el tercer hombre más rico del mundo. Es el fundador y el director ejecutivo de LMVH (Louis Vuitton Moet Hennessy), una multinacional del lujo que incluye, entre otras, a Louis Vuitton, Christian Dior y Fendi. Este es el hombre más fragante del mundo, a quien el señor Sarkozy pidió que por favor, fuese testigo en su matrimonio en 1996.

Cuando nació el hijo de Sarkozy, el pequeño Louis, Martin Bouygues fue su padrino. Bouygues es el dueño de TF1, el canal de televisión de mayor audiencia de Europa. Es el gran jefe del grupo Bouygues, activo en el sector del hormigón, en la construcción de carreteras y puentes, en los medios de comunicación y en la telefonía móvil. Su fortuna asciende a más de dos mil millones de euros.

Sí, Sarkozy conoce la diferencia entre el bien y el mal. Cuando se va de vacaciones, Sarko puede utilizar el jet privado, un Falcon 900 EX, del polémico Vincent Bolloré. Este avión llevarle a Malta, donde tiene todo el permiso para descansar a bordo de La Aloma, un yate de lujo de sesenta metros de largo, de su amigo Vincent. Este riquísimo industrial es el presidente del grupo financiero que lleva su nombre, el Grupo Bolloré. El consorcio opera en el sector de la logística, el transporte, la energía, en los plásticos, pero también en la comunicación y los medios de comunicación. Bolloré "pesa" unos tres mil millones de euros.

Y Sarkozy tampoco ignora lo que es bueno y malo. Mientras yo visitaba a unos amigos en Orange en agosto de 2011, pude oír durante todo el día sobre la ciudad a los Mirage 2000 cargados de bombas. "Salen de aquí todos los días para bombardear Libia", precisa un amigo mío. Los bombarderos Dassault Mirage también golpearon Irak en octubre de 1990 y Afganistán en 2001. La guerra es un "big business" para la compañía de Dassault. El jefe de este consorcio de guerra es Serge Dassault, hombre de seis mil millones y, sí... gran amigo de Sarkozy. Serge Dassault también es propietario del diario Le Figaro. Los tres grupos de prensa más importante de Francia también están en manos de los jefes industriales: Dassault, Lagardère y el Ouest-France Group. Es obvio que Sarkozy sabe elegir bien a sus amigos.

El 6 de mayo de 2007, Sarkozy celebra su victoria en las elecciones. Todo el mundo está presente en Fouquet, en la esquina entre Campos Elíseos y la avenida George V. Invitó a sus mejores amigos. Los patrones de Dassault, Dior, Bouygues, Bolloré. No son millonarios. Todos ellos son multimillonarios. Y... ¿quién más pasaría casi como por casualidad? Nuestro propio multimillonario: Albert Frere, que aterriza en su jet privado venido de Marrakech para felicitar al nuevo presidente. La lista es demasiado larga para enumerarla, pero, esa noche, casi toda la oligarquía francesa está presente, la de la política, la del mundo de negocios, la de la banca, la del mundo de los medios de comunicación, y, finalmente, una parte del mundo de las artes y la cultura.

Durante los siguientes meses, se sirvieron abundantemente. Primero de manera simbólica, con una cascada generosa de premios de la Legión de Honor. Luego, de manera más concreta pero igual de abundantemente, con nuevos privilegios fiscales para los más ricos. Por último, de manera especialmente operativa, con nombramientos estratégicos para puestos clave en varios gabinetes y empresas públicas. Como dicen en Francia, "pequeños regalos hacen grandes amigos." Son las nuevas normas y valores que deben sustituir a los que dio lugar Mayo de 68.

Esta es la nueva moral, el respeto, lo sagrado por lo que Sarkozy y sus amigos van a la guerra, y no es ni mas ni menos que la moralidad misma del capitalismo. La moral de los hombres de negocios, de los gigantes de productos de perfumería, de los fabricantes de armas, de los grandes propietarios, de los funcionarios de alto nivel, de los magnates del cemento, de los directores de la prensa, de los papas de la moda y de algunos políticos. Todos ellos acudieron a Fouquet a honrar a su presidente Sarkozy. La moralidad de los multimillonarios, vinculados todos ellos por lazos familiares, por el apadrinamiento de sus hijos, por redes, por la ideología y - sobre todo - por sus intereses.

 

La resistencia y los logros sociales de 1945

Sarkozy también quiso ponerse el manto de la Resistencia. El 14 de enero de 2007, evoca la memoria de Guy Moquet, el resistente más joven fusilado, en 1941 a la edad de 17 años. Lo retoma repetidamente en sus discursos de campaña.

El día de su investidura en mayo de 2007, después de que una estudiante de secundaria leyese la última carta de Guy Môquet, el nuevo presidente anuncia que la hará leer en todas las escuelas del país, a principios del año escolar "Un joven de 17 años que dio su vida por Francia, es un ejemplo, no tanto del pasado si no para el futuro."

Su propósito no es revalorizar la Resistencia, su programa es, al contrario, desviarla haciendo una oda al nacionalismo francés. Sarkozy hizo leer las últimas palabras de Guy Moquet, pero no leyó este otro poema del joven comunista denunciando a quienes colaboraron con el ocupante en la cima del estado de Vichy:

 

"Los traidores de nuestro país,

 esos agentes del capitalismo

 vamos a echarlos fuera de aquí

 para instaurar el socialismo"

 

Sarkozy tiene un programa completamente diferente. Completamente contrario incluso al de la Resistencia. De modo que el 1 de enero de 2010, el presidente Sarkozy, hace oficial de la Legión de Honor a Denis Kessler, así como a un buen número de otros empresarios. Kessler, que tiempo atrás había trabajado como asistente del socialdemócrata Dominique Strauss-Kahn, es un icono de la industria francesa. Entre 1998 y 2002, Kessler fue el segundo de abordo de la organización de la patronal francesa MEDEF (Mouvement des entreprises de France). Después de la victoria electoral de Sarkozy en 2007, ayudó al presidente a delinear las líneas generales de las reformas. Para él no se trata sólo de lanzar al cubo de la basura a mayo del 68, si no a todo progreso social logrado desde la Segunda Guerra Mundial. En su famoso panfleto Adiós 1945, unamos nuestro país al mundo, Kessler señala: "el modelo social francés es el producto del Consejo Nacional de la Resistencia. Un compromiso entre gaullistas y comunistas.”[6] Y Kessler continúa desarrollando: "Este compromiso, forjado durante un período ardiente y particular de nuestra historia contemporánea (en el que los tanques rusos estaban a dos etapas del Tour de Francia, como habría dicho el general De Gaulle), se tradujo en la creación de la caja de la Seguridad social, el estatuto de la función pública, la importancia del sector público productivo, la consagración de las grandes empresas francesas que habían sido nacionalizadas, las convenciones sobre el mercado laboral, la representación sindical, los planes de jubilación, etc."

En el capitalismo, no hay conquista social que lo sea "para siempre". Las conquistas sociales son siempre una expresión de las correlaciones de fuerza del momento. En nuestro país en 1944, a imagen y semejanza de Francia, se concluyó el Pacto Social. Este pacto se convirtió en uno de los logros más importantes de la clase obrera con la puesta en marcha de nuestra Seguridad social. Sin los partidarios de la lucha armada, sin los miles de sacrificados en Breendonk y otros campos de concentración, sin "el Partido de los fusilados" (título atribuido al heroico Partido Comunista de Bélgica tras la guerra), sin el contexto internacional del auge del comunismo, no habría existido la Seguridad social. Sin embargo, el Pacto Social también era un mal menor "para evitar lo peor". Robert Vandeputte, el presidente del Banco de Emisiones (Banco que trabajaba para los alemanes) durante la guerra y el entonces ministro de Finanzas del Gobierno de Marcos Eyskens, explicaba: "En 1944, los líderes empresariales temían las tendencias revolucionarias. Debido a que el comunismo tenía una reputación establecida. Temían, y no estaban equivocados, la expropiación y la nacionalización."[7] Ese es el motivo de tales concesiones, hoy en día puestas en peligro.

Hoy en día, la crisis se utiliza para modificar en todas partes estas correlaciones de fuerza. Esto lo que hace el ex vicepresidente de MEDEF, "¿La lista de reformas? Es muy sencillo, tomad todo lo que se estableció entre 1944 y 1952, sin excepción. Está ahí. Hoy se trata de salir de 1945, y de revisar metódicamente el programa del Consejo Nacional de la Resistencia!" La ideología de este oficial de la Legión de Honor es la del capitalismo sin resistencia, la de los trabajadores sin seguridad social, los ciudadanos sin servicios públicos, las empresas con sindicatos de la casa como en Japón. Una sociedad en la que los trabajadores acepten servilmente generar riqueza con rendimientos de dos dígitos para que desaparezcan en los bolsillos de los grandes accionistas. Es la ideología de un tiempo pasado, calentada bajo la bandera de la "modernización". Porque como dijo Kessler: "El problema de nuestro país es que santifica a sus instituciones, les da una vocación eterna, creando de alguna manera temas tabú. Así que cualquiera que trate de reformar parece estar impulsado por una intención diabólica."

El círculo se cierra. Los apóstoles del conservadurismo y la reacción, los Rand, los Burkes, los Sarkozy, los Wever se presentan como emisarios del cambio contra sindicatos y partidos marxistas "conservadores". Un cambio, sí, pero en dirección a siglos pasados.

 

 

 


[1] Entrevista en Le Figaro, 31 enero 2007.

[2] Entrevista en Paris-Match, 23 marzo 2006.

[3] L’Humanité, 27 diciembre 2011.

[4] « Discours de Charleville-Mézières (ardennes) », 18 diciembre 2006.

[5] Sondeo de CSA, publicado en L’Humanité, 13 mayo 2008.

[6] Challenge, 2 octubre 2007.

[7] Trends, 14 octubre 1993, p. 172.