Autoempleo y autónomos en España

Autor: Alfonso Lago

La economía de mercado está dominada por grandes grupos empresariales que emplean a decenas de millones de trabajadores asalariados y acumulan miles de millones de euros de beneficios. Son ellos quienes manejan los recursos materiales y los mecanismos necesarios para influir en la política y el devenir de las sociedades, y quienes se apropian del grueso de las ganancias acumuladas año tras año y creadas por los trabajadores.

Pero junto a estos grandes monopolios y grupos empresariales, conviven sectores más o menos amplios de pequeñas y medianas empresas, y un nutrido estrato de “trabajadores autónomos” o autoempleados, que si bien juegan un papel secundario en los procesos económicos y políticos, tienen una importancia social relevante.

El caso de España sigue este mismo esquema, y junto a las grandes y medianas empresas que dominan la economía[1], conviven unos 3 millones de trabajadores autonómos, que desarrollan su actividad en los márgenes de las relaciones capital – trabajo, en el que se engloban situaciones muy heterogéneas. Los autónomos y autoempleados tienen una posición contradictoria y muy diversa, en la que en parte comparten las dificultades y problemas del grueso de los trabajadores, en algunos casos incluso redoblados, y en parte comparten los intereses de explotar al trabajo asalariado y voluntad de enriquecimiento de los grandes propietarios.

 

La importancia socioeconómica del autoempleo

La economía de mercado está presidida por el gran capital y el trabajo asalariado. El desarrollo de las relaciones sociales capitalistas tiende a aumentar la tasa de salarización y el peso de las grandes empresas y corporaciones en el conjunto económico. La inmensa mayoría de mercancías y servicios que necesitamos y consumimos en nuestra vida cotidiana pasan fundamentalmente por el ciclo empresa privada – trabajo asalariado hasta llegar al consumo final. Casas, vehículos y transporte, comida, ropa, comunicaciones, ordenadores, energía, etc... Son mercados dominados por un puñado de grandes grupos empresariales.

La producción mercantil (de bienes y servicios para ser vendidos en el mercado) y el trabajo asalariado forman el núcleo central de las economías capitalistas modernas, y la tendencia global ligada al desarrollo mundial del capitalismo es a que el trabajo asalariado ocupe cada vez porciones más amplias de la economía. A nivel mundial “la tasa de salarización (la proporción de asalariados en el empleo) aumenta de forma continua, pasando del 33% al 42% en el curso de los últimos 20 años.” [2]

En las economías más avanzadas y desde mediados del s. XX, la tasa ha continuado avanzando hasta superar el 80% con el cambio de siglo:

Evolución de la proletarización. Fuente: D. Guerrero “Trabajo improductivo, crecimiento y terciarización”

Pero más allá de la gran propiedad y el trabajo por cuenta ajena (asalariado), el trabajo por cuenta propia ocupa a una masa más o menos amplia de trabajadores, muy variable según la situación de cada país, pero importante incluso en las economías capitalistas más avanzadas. En España el autoempleo ocupa a unos 3 millones de personas, en torno al 18% de los ocupados, mientras que en Alemania supone el 11% y en Rumanía o Grecia está por encima del 34%.[3]

Así en nuestro país el autoempleo tiene al menos una importancia social numérica relevante. Es por ello que los grandes partidos políticos tienden a incluirlos en un papel destacado en sus discursos y programas. A ello debemos sumar el discurso en torno a la figura del “emprendedor” que según algunos sacará a nuestros países de la crisis.[4]

 

Producción de mercancías y servicios y autoempleo.

El peso relativo del trabajo asalariado y el auto-empleo es muy diverso según el sector económico.

La industria por el alto nivel de desarrollo histórico, concentración de monopolios, y elevado nivel de inversiones necesario para su puesta en marcha, es de mucho más difícil acceso para los trabajadores autónomos y el autoempleo.

La agricultura por contra, es el único sector en que el autoempleo y los pequeños productores independientes llegaban a superar en número a los asalariados hasta décadas recientes. Aún así, la modernización de la agricultura han contribuido a minimizar la importancia de este sector económico, y a aumentar el papel del trabajo asalariado en el mismo.

Calculado como % de asalariados sobre el total de ocupados por sector  en España. Fuente INE/EPA y elaboración propia.

 

Tradicionalmente la agricultura ha sido una de las principales bases de la pequeña propiedad, el autoempleo e incluso el autoconsumo, la producción no mercantil. En todas las economías capitalistas modernas la agricultura tiende a disminuir en términos de creación de riqueza, y también de ocupación, y este ha sido el caso también para España tras perder el 90% de su peso en el empleo en los últimos 60 años, pasando de ocupar el 47,6% en 1950 al 4,5% en 2007 (y del 42 al 2,9% del PIB).

Las interminables cadenas de subcontratación y trabajo en pequeños equipos ligados a la construcción también hacen que el autoempleo tenga un peso relevante en ese sector, que cobró una gran importancia con el boom que supuso la “burbuja inmobiliaria” (llegando hasta el 12% de la población ocupada).

Por último es el sector servicios el principal sostén del autoempleo en la actualidad, en términos absolutos, suponiendo en torno a 1,4 milones de autónomos “propiamente dichos”[5] esto es el 72% del total. La propia función económica del sector servicios explica en parte esta realidad: un puñado de fábricas o incluso una sóla puede producir todas las unidades de una mercancía para un país, pero la distribución de esta a toda su población requiere una tienda en cada barrio y pueblo [6].

 

Auto-empleo y relaciones sociales de producción.

¿Qué tienen en común y que distingue a los más de 3 millones de autónomos y “autoempleados”? ¿Qué tienen en común el "mantero" sin papeles, el kioskero, el farmaceútico, propietario de un pequeño taller que emplea a un puñado de trabajadores...? En general todos ellos participan en la producción y distribución de mercancías y servicios en el mercado en las fronteras de la gran propiedad y el trabajo asalariado. Pero desde posiciones muy distintas. Es frecuente analizar las “fracturas” y divisiones dentro de los trabajadores asalariados, pero no tanto reflexiones sobre las distintas situaciones que se dan dentro de este 18% de los ocupados.

Una primera aproximación a este amplio espectro social, obliga a diferenciar una serie de subgrupos, en función de su situación socio-económica  y jurídico-formal:

Fuente: Datos INE/ EPA y estimados 2013. Elaboración propia.

 

i)                    El auto-empleo informal

El subgrupo más “débil” es el de las personas que de manera informal y al margen de la ley participan en la oferta de mercancías y servicios, fundamentalmente en la calle.

i.a) Buena parte de los inmigrantes “ilegalizados” de facto por la legislación de extranjería no tienen más remedio que dedicarse a la venta ambulante de cds, artesanía, etc, al ser su empleo como trabajadores asalariados castigado por ley... Para las mujeres especialmente la prostitución es otra salida, si bien se hace difícil poder afirmar que sean actividades desarrolladas de manera “independiente” o “autoempleándose”, al existir en estas actividades importantes dependencias hacia mafias o redes de tráfico de personas.

El desarrollo de estas actividades al margen de la ley, hace difícil medir su relevancia cuantitativa, al estar fuera de las estadísticas oficiales. Pero parece claro que ocuparía entre decenas y cientos de miles de personas, que están expuestas a detenciones, internamiento en calabozos y CIEs, expulsión; decomiso de las mercancías y con importantes trabas para el ejercicio de derechos básicos como la salud o la libertad de circulación, ni hablar de otras prestaciones asociadas al empleo (pensiones, paro, incapacidades...).

i.b) Una parte de la población económicamente activa, pero sin medios o posibilidades de entrar al mercado formal, sea como asalariados (por el alto nivel de desempleo), sea como autónomos (por las trabas económicas que existen) pasa al autoempleo informal. Pequeñas reparaciones y obras (“chapuzas”), venta al por menor de productos agrícolas o de pesca y caza “furtiva”, recogida de chatarra, artesanía... ocupan o suponen ingresos adicionales que permitan la supervivencia a no pocos miles de personas y familias.

 

ii)                  Los falsos autónomos y TRADES.

Julia trabaja en una gestoría de un municipio cercano a Valencia. Tiene 29 años. Cada día acude a la oficina de 10 de la mañana a dos de la tarde. Atiende a los clientes, se encarga de papeleos con Hacienda y de burocracia con las aseguradoras. Libra los sábados y los domingos y 21 días al año. Su jefe le dijo que la empresa no daba para dos sueldos, pero que le pagaba un poco más —750 euros al mes por media jornada— si ella se encargaba de su propia cotización, como autónoma. “Preferiría tener un contrato, pero mejor así que en negro”, explica la joven.”[7]

Una buena parte de quienes aparecen como autónomos en las estadísticas de la seguridad social, son situaciones que encubren una relación laboral de facto, se haya formalizado de esta manera conscientemente en fraude de ley o no.

De esta manera “la relación real empresa-trabajador, es encubierta por la relación formal empresa-empresa”, lo que supone algunas ventajas para la empresa dominante: inaplicación de derechos laborales, aumentar la división entre los trabajadores enfrentando a los de plantilla con los externalizados (p.ej. en una situación de huelga o para impulsar los salarios a la baja), mayor facilidad para micro-gestionar una parte de la fuerza de trabajo a los cambios puntuales de las necesidades del mercado, mediante la incorporación puntual de fuerza de trabajo “externalizada” que es fácilmente desprendible una vez el pico de actividad ha sido cubierto.

Uno de los ejemplos más claros del uso de esta política empresarial es el de Telefónica, un gran monopolio nacional, que pasó de tener 74.340 trabajadores en 1993 a 26.110 en 2007, perdiendo 2/3 de su plantilla desde su privatización. En un primer paso esto se debió a la creación de una constelación de contratas y subcontratas, algunas de ellas externalizadas (de hecho la plantilla del grupo en su conjunto no ha dejado de aumentar hasta la fecha). En un segundo paso, estas contratas, además de tener una parte de su plantilla con contratos laborales, externaliza a su vez parte de la carga de trabajo sobre autónomos.

Una de estas contratas es Cotronic, que entre 2011 y 2014 despidió al 50% de su plantilla. Así lo explican sus trabajadores: “Tres años atrás, Cotronic contaba con una plantilla de 190 personas y actualmente tiene 85 trabajadores en nómina, y a más de un centenar de trabajadores subcontratados, autónomos mayoritariamente. Este es un ejemplo de la precarización laboral y destrucción de puestos de trabajo estables que denuncian los sindicatos de Telefónica. Los trabajadores consideran que es una estrategia impulsada por las subcontratas para aumentar los beneficios y disminuir la capacidad de organización y lucha, la misma estrategia que sigue Telefónica, que desde su privatización ha disminuido la plantilla en unas 50.000 trabajadoras y se calcula que tiene subcontratadas cerca de 100.000 trabajadoras en todo el estado.”[8]

Al presionar a la baja los salarios y al alza las jornadas de trabajo y los destajos, los rendimientos para los accionistas de estas políticas son claros. Los divididendos de Telefónica se multiplicaron por 3 entre 2006 y 2012.[9] Pero obstaculizar la organización y lucha de los trabajadores, no equivale a eliminarla. En una de las luchas recientes más significativos del movimiento obrero, 4.000 trabajadores de Telefónica-Movistar y cuatro de las contratas convocaban una huelga conjunta en la provincia de Barcelona. La experiencia demostró que la clave para romper las barreras patronales estaba en la unidad sindical (COBAS, CGT, CCOO, USOC y en Construcción trabajaron de manera unitaria) y en la participación de los trabajadores, con decenas de asambleas preparatorias del conflicto.

Estas ventajas, unidas a la incertidumbre actual de la evolución del mercado y del consumo, hace que mientras que muchas empresas no quieran arriesgarse a contratar asalariados, recurran en mayor medida al trabajo “free-lance”. Así según un estudio de Infojobs-Esade de 2014, el volumen de vacantes para este tipo de puestos se había multiplicado por 10 desde 2008. [10]

Así lo expresa un estudio de la consultora “Tower Lane” para Infojobs: "En una coyuntura marcada por las constantes reducciones de plantilla en el ámbito empresarial, ya son más del 65% las compañías españolas que contratan entre tres y diez autónomos al año, una cifra en constante aumento.”... “Esto se debe, principalmente, a las cargas de trabajo variables; casi el 60% de las empresas contrata a autónomos en momentos puntuales, porque existe una gran carga de trabajo que no puede ser asumida por sus trabajadores en plantilla, y eso les permite no mantener a esos trabajadores cuando no son necesarios".[11]

No sólo para nuevos puestos de trabajo, sino que existe un efecto sustitución, por el que tareas antes cubiertas por trabajo asalariado, pasan a cubrirse con autónomos, en muchos casos en fraude de ley. Algunas medidas recientemente aprobadas por el gobierno como la “tarifa plana” para autónomos por la que durante 6 meses pagan tan sólo 50 euros mensuales de cotizaciones sociales, incentivan este efecto sustitución en el empleo (además de crear un importante agujero en las arcas de la seguridad social, puesto que están cubriendo poco más del 50% de sus gastos, según cuentas del propio Ministerio [12]).

Las propias leyes (Estatuto del trabajador autónomo de 2007) reconocieron la figura de falso autónomo con la creación de la figura del “Trabajador Autónomo Económicamente Dependiente”, que es áquel que dado de alta como trabajador por cuenta propia, factura al menos el 75% a un mismo cliente.[13] En la actualidad constan formalmente como tales unos 275.000 (en torno al 9% del total de autónomos), de los que el 63,75% manifiestan tener un único cliente (¡!). [14]

 

iii)                Los trabajadores independientes

Las estadísticas oficiales de la seguridad social llaman  a quienes ejercen por su cuenta, como personas físicas, la actividad económica, autónomos “propiamente dichos”. Estos son 1,9 de los 3 millones de autonómos. De ellos el 80% no emplean asalariados, desarrollando estrictamente por su cuenta la actividad laboral.[15] Este 1,5 millón serían trabajadores independientes, que en una economía polarizada entre los productores explotados (los trabajadores asalariados) y los explotadores (grandes propietarios y accionistas), mantienen una posición intermedia “pura”.

En parte ese sector se ha nutrido desde el inicio de la crisis por trabajadores despedidos. Además de los falsos autónomos forzados a acogerse al autoempleo en sus empresas, otra situación en auge con los despidos masivos que ha traído la crisis es la del autónomo “por desesperación”. Trabajadores que pierden su empleo y se quedan en calle con mínimas perspectivas de conseguir un nuevo empleo estable, y que deciden ocuparse por su cuenta utilizando el dinero de la indemnización del despido. En muchos casos su esperanza se desvanece pronto, perdiendo la indemnización por el camino: el 80% de las iniciativas empresariales fracasa antes de los cinco años. [16] Así lo manifiesta Sebastian Reyna, presidente de la Unión profesional de tabajadores autónomos (UPTA): Muchos nuevos autónomos lo son por supervivencia, no por vocación"[17]

 

iv)                Micro y pequeños propietarios

Un paso más allá de los trabajadores independientes están aquellos autónomos que emplean asalariados, lo que les acerca más, en ese punto, a empresas capitalistas que a trabajadores independientes. Ese aspecto se ve reforzado cuanto más dependa su prosperidad del trabajo ajeno –trabajadores empleados- que del suyo propio.

De 1,9 millones de autonómos “propiamente dichos”;  0,4 millones empleaban a un total de 0,75 millones de asalariados en 2013, con la siguiente distribución:

Nº y % de autónomos según número de trabajadores empleados. INE/DIRCE.

En total los autónomos emplean en torno al 5% del total de la fuerza de trabajo asalariada nacional (14 millones). Unos 50 mil, poco más del 2,5% de autónomos, emplean a casi 250 mil asalariados, casi 1/3 del total (de asalariados empleados por autónomos). Incluso dentro de los micro-empresarios existen por tanto notables diferencias, en cuanto al empleo de fuerza de trabajo asalariada, y por tanto creación de riquezas y acumulación de ganancias.

 

v)                  Autónomos vinculados a sociedades mercantiles

La legislación española obliga a darse de alta en el régimen de autónomos a aquellas personas que tengan determinadas relaciones (administradores, socios con un determinado % del capital social...) con sociedades (anónimas, limitadas, cooperativas...) así como otras situaciones. De los 3 millones de autónomos, 1,1 caen en esta categoría, y son clasificados aparte a todos los efectos.

De estos, 0,9 millones son socios (incluyendo cooperativistas) o administradores de sociedades, casi 0,2 son familiares colaboradores y el resto categorías “residuales”.

En parte los miembros de cooperativas pueden ser objeto del mismo fraude, al encubrir esta situación formal la de ser trabajadores dependientes sin ningún poder real sobre la empresa.

Como propietarios o administradores de sociedades, están vinculados a las mismas, en su gran mayoría a pymes de hasta 49 empleados, que suponen el 98% del total de empresas censadas. Las grandes empresas son dirigidas por ejecutivos con contratos de alta dirección, y sus accionistas no son (necesariamente) autónomos.

Normalmente el paso de desarrollar una actividad como persona física (autónomo “propiamente dicho”) a una SL u otro tipo de sociedad se hace precisamente en función del mayor número de obligaciones asumidas, lo que normalmente va a asociado a tener un mayor número de empleados, por lo que esta categoría de autónomos, en general, se acercan más a la figura de empresarios capitalistas (aún pequeños o medianos) que a la de trabajadores independientes.

 

Contradicciones monopolios-autonómos

i)                    Insumos para su actividad económica

Los trabajadores consumen las mercancías y servicios para su reproducción personal y familiar. Los autónomos además, tienen que consumir bienes y servicios necesarios para desarrollar su propia actividad económica, y acudir a préstamos para financiarla.

Una gran parte de estos insumos provienen de los grandes grupos empresariales y financieros, que gracias a su dominio del mercado imponen sus condiciones y precios. Al igual que la gran mayoría de familias, los autónomos “sufren” los precios de la luz o las condiciones impuestas por los bancos, pero normalmente a una escala mayor. Las restricciones al crédito han asfixiado muchos pequeños negocios, que de otra manera serían viables: Los bancos han cerrado el “grifo a los autónomos”, quienes tienen graves dificultades ni opciones para conseguir préstamos, pólizas de crédito o líneas de descuento. A los autónomos los bancos, para conseguir financiación, les obligan a presentar su plan de negocio y el plan de viabilidad de su empresa. Aún así las entidades bancarias no consideran la posibilidad de concederles el préstamo que solicitan. “ [18]

Los bancos están dispuestos a prestar dinero a las grandes empresas, pero no tanto a los pequeños “emprendedores”: “El macroestímulo puesto en marcha por Draghi tiene un problema en países como España: no hay demanda de crédito. Las empresas solventes no quieren más dinero o prefieren utilizar sus recursos, mientras que las que quieren dinero no son solventes o la banca se lo ofrece muy caro. En el fondo subyace otro problema más grave: el famélico estado del consumo interno.”[19]

Una forma de enfrentar la desigualdad de los pequeños productores frente a las grandes empresas es generando ámbitos de unidad para negociar mejores condiciones. O para proveerse conjuntamente de las necesidades, como es el caso de la hostelería respecto de la energía eléctrica: “Este sector aglutina más de 350.000 establecimientos con un consumo equivalente a más del 5% de la demanda nacional. En los últimos cuatro años, han visto cómo su factura se ha disparado más de un 60% y toma un peso creciente en sus costesHarto de las continuas subidas de la luz, que han incrementado su factura más de un 60% en los últimos cuatro años, el sector de la hostelería ha decidido crear su propia comercializadora con el objetivo de adquirir su energía directamente en el mercado mayorista de electricidad” [20]

Otra forma de enfrentar el problema se manifiesta a través de la picaresca. Sólo en el último año en Asturias la compañía eléctrica HC detectó fraudes en decenas de establecimientos de hostelería, produciéndose numerosas detenciones. [21] [22]

ii)                   Proveedores para las medianas y grandes empresas.

Del reverso comercial de la relación anterior, también como proveedores a grandes y medianas empresas los autónomos son la parte débil de la relación, y sus márgenes menguan a costa del aumento de los de su contraparte. El poder de negociación de las grandes empresas impone condiciones en cuanto a cantidad, calidad, precios o plazos de entrega de los productos.

Uno de los ejemplos más claros es el de los pequeños productores agrícolas, que a pesar de unirse para la venta de sus productos, no pueden más que aceptar condiciones negociadas en desigualdad con los grandes distribuidores. “Hay un marcaje férreo a los márgenes del proveedor. Cada gran distribuidor negocia con decenas de productores, el precio lo ponen ellos, e incluyen los descuentos que le van a hacer al consumidor”, según Leocadio Marín, alcalde de Baeza. “El comercio es insaciable, a mí una representante de una gran cadena me ha confesado que, si le vienen tres agricultores, averiguan a cuál de ellos le va económicamente peor y le aprietan al máximo las tuercas en el precio”, dice un peqeuño productor de la misma zona[23]. El resultado es un trasvase de la riqueza creada por los pequeños, hacia los grandes. En palabras del secretario general de la Unión de pequeños agricultores: «Mientras los agricultores y ganaderos lo pasamos mal, el consumidor paga caro y las grandes cadenas de supermercados no paran de aumentar sus beneficios».[24]

Pero otros sectores tecnológicamente más avanzados no son ajenos a esta situación. Volviendo al ejemplo de Telefónica o de las grandes empresas de construcción, las redes de subcontratación hacen competir a la baja los precios que pagan por determinados trabajos.

La instalación de redes de fibra o cableado se paga cada vez a menor coste, y en este contexto, los pequeños propietarios a su vez trasladan esta presión a los trabajadores que contratan, que se ven sometidos a condiciones laborales más precarias, trabajar más tiempo y con más intensidad, y cobrar menos. La gran empresa Telefónica-Movistar, genera una red de subcontratas, poniéndolas a competir entre sí para obtener los mayores resultados con el menor coste posible. A su vez estas subcontratas se ven presionadas por la legislación europea que permite que algunas de ellas “traigan consigo” condiciones de trabajo de otros países presionando aún más a la baja las condiciones. Toda esta división y “dumping” acaba repercutiendo en los trabajadores.

iii)                 Competencia en el mercado

Cuando la relación no es de compra o venta mutua de bienes o servicios, sino de competencia por colocar sus productos en el mercado, son los pequeños el eslabón débil, y el desarrollo de la economía capitalista tiende a expulsar de cuotas más amplias del mercado a los pequeños. Como se reflejaba en artículos anteriores: [25]

La competencia por mercados y recursos entre las empresas tiende a la concentración de los mercados en cada vez menos manos. Incluso en sectores todavía poco concentrados, esta tendencia es palpable en la actualidad, sirva como ejemplo el sector de la cerámica, donde las 21 mayores empresas han pasado de controlar el 38 % del sector en 2006, al 50,5% en 2010, o las agencias de viajes, donde las cuatro mayores han pasado de controlar el 50% de los puntos de venta en 2008, al 58,5% en 2012. Un sector tan innovador y de reciente desarrollo como es el de las aplicaciones para teléfono móvil tampoco es ajena a este proceso, las 25 mayores compañías, acaparan el 50% de los ingresos. En el sector de las exportaciones, la concentración empresarial es abrumadora:“el 1% de las empresas con mayor volumen exportadoracaparael 67% del total de las ventas al exterior, y la cifra asciende al 93% si se tiene en cuenta el 10% de las empresas.“

En la última década pasamos de 6 a 5 grandes fabricantes de automóviles presentes en el estado, en el sector de la construcción se pasó de 24 grandes empresas a mediados de los años 90, a 6 en 2005; en el metal, Aceralia fue absorbida por Arcelor, y ésta a su vez por Mittal, constituyendo uno de los mayores monopolios mundiales.

Las grandes empresas son más productivas pueden vender sus productos más baratos desplazando a las pequeñas menos competitivas del mercado. Frente a esta tendencia general, existe una contratendencia: la creación de micro-mercados de monopolio de tal manera que el elemento diferenciador permita a los pequeños vender sus productos aunque sean menos competitivos. Así lo ejemplifica D. Harvey con el mercado del vino:

“En la practica, lo que encontramos en el negocio del vino es un montón de discursos en competencia, todos ellos con diferentes pretensiones de verdad sobre la unicidad del producto; pero volviendo a mi punto de partida, todos esos desplazamientos y giros discursivos, asi como muchos de los que se han producido en las estrategias para dominar el mercado internacional del vino, tienen sus raices en la búsqueda, no solo de beneficio, sino tambien de rentas de monopolio, ocupando un Iugar muy destacado el lenguaje de la autenticidad, originalidad, unicidad y cualidades especiales e irreproducibles.” [26]

Una reacción “natural” de los pequeños productores y propietarios frente al gran capital es el “proteccionismo” y la diferenciación, y así es normal que proliferen los negocios que ofrecen productos muy especializados, o de una específica procedencia local, la vuelta a "lo tradicional", o de gran calidad (sean estas características supuestas o reales), como forma de crear un pequeño nicho de negocio en una lucha desigual por los mercados. El presidente de la cervecería Damm daba su  versión de su particular guerra contra los pequeños:

"Son cervezas que se producen en garajes y tenemos miedo de que pueda producirse un fallo de calidad que afecte a la imagen de la cerveza española en todo el mundo y que eso nos acabe afectando"... "actualmente todos los fabricantes españoles producimos una cerveza de muy buena calidad y con todas las garantías y eso debe seguir siendo así". De momento, estas pequeñas empresas apenas controlan el 1% del mercado cervecero español, pero su crecimiento es rápido y en países como Estados Unidos ya suponen el 15% de las ventas totales. [36]

 

iv)                 El reparto global de las ganancias capitalistas

Una de las formas más esclarecedoras de analizar las relaciones sociales es el control de los mercados y reparto de la riqueza que se crea en un periodo de tiempo en un país. En España 62.000 grandes empresas (el 1,98% del total) facturan el 80% de las mercancías y servicios.[27] Mientras, en 2009 el 90% de los autónomos declaraba unos ingresos inferiores a los 12.000 euros anuales [28] y han venido manteniendo cifras similares hasta el 2014.

Si bien el sindicato de técnicos de GESTHA atribuye estos datos a un fraude estructural y masivo entre los autónomos, para el año 2010 cifraban este en 16 mil millones de euros, 1/3 del fraude atribuido a las grandes empresas (de 48 mil millones).[29] Cientos de miles de trabajadores autónomos en su conjunto defraudan una pequeña parte de lo que un puñado de grandes empresas distraen del fisco.

En la gran mayoría de los casos los ingresos de los autónomos alcanzan para la supervivencia y reproducción personal o familiar pero no para la acumulación que permita una expansión de su negocio. Asimismo las ganancias de las grandes empresas se nutren en una parte significativa del trasvase de riqueza de los autonómos y pequeños productores, al imponer precios, cantidades, plazos y otras condiciones como se comentaba en los apartados anteriores.

Fuente: [30]

 

El dilema fundamental de los autónomos: Salarios como coste y salarios como consumo.

Es ante la agudización de las contradicciones sociales y económicas con el estallido de la crisis, como mejor se puede apreciar la distinta situación respecto a la relación gran empresa-trabajo asalariado, que enfrentan los trabajadores autónomos y sus sub-sectores.

En lo esencial, la prosperidad de los trabajadores autónomos va ligada a la de los trabajadores asalariados. Entre el inicio de 2007 y 2012, tanto unos como otros cayeron en torno al 15% en nº de efectivos. [31] Al dispararse el desempleo, y reducirse los salarios, desciende asimismo el número de autónomos y sus ingresos medios.

Especialmente para los trabajadores autónomos “propiamente dichos”, su suerte está ligada a la de los millones de trabajadores, cuyo consumo sostiene su propia actividad económica. La disminución del consumo de los millones de trabajadores asalariados es un duro golpe a esta mayoría de autónomos. El desempleo, disminución de salarios y recortes y fin de la burbuja del crédito al consumo, de manera indirecta supone una catástrofe para ellos.

Esta situación se percibe a las claras cuando, con el declive de la minería, y ante la convocatoria de huelga general en las comarcas mineras, el 99% de los pequeños negocios cierran y participan apoyando la huelga sin necesidad de ser informados por piquete alguno. Saben que su futuro y prosperidad depende de los miles de trabajadores de la minería y la actividad económica que generan en torno a ellos, y que sus intereses están ligados. Así lo describía el periódico El Mundo: “Panaderías, colegios, bares, oficinas y supermercados de las zonas mineras castellanas han colgado el cartel de cerrado en solidaridad con los trabajadores del carbón y su propia supervivencia.[32]Y en palabras del Secretario general de la UGT del Nalón:Las asociaciones de comerciantes locales nos han dado su total respaldo”.[33]

 

La doble naturaleza de los salarios

La doble “naturaleza” de los salarios en la economía capitalista nos ayuda a esclarecer la posición individual de los autónomos. Los salarios son un coste que todo empleador ha de pagar a costa de sus beneficios, pero también son en lo esencial la fuente que permitirá vender sus productos y del que obtener sus ganancias. Nouriel Roubini, un destacado economista liberal lo define con estas palabras: "Karl Marx tenía razón, (…) Pensamos que los mercados funcionaban. No están funcionando. Y lo que es racional individualmente, que cada empresa quiera sobrevivir y prosperar, significa recortar aún más los costos laborales. Mis costos laborales son los ingresos laborales y el consumo de otros. Por eso es un proceso autodestructivo.” [34]

Incluso otros grandes empresarios, con una aproximación más práctica, y un lenguaje y mentalidad liberal, perciben a las claras esta contradicción. Así lo expresaba en un artículo el propietario de la gran empresa mundial de distribución Amazon:

“Esto es por lo que la ley fundamental del capitalismo debería ser: Si los trabajadores tienen dinero, los negocios tienen más clientes. Lo que hace a los consumidores de clase media, y no a los hombres de negocios como nosotros, los verdaderos creadores de puestos de trabajo- Esto siginifica que una próspera clase media es la fuente de la prosperidad norteamericana, y no la consecuencia de esta última. La clase media nos crea a nosotros, los ricos, y no al revés... Hemos recordado a las masas, que cuando los trabajadores tienen más dinero, los negocios tienen más clientes – y necesitan más trabajadores. Les hemos recordado que si las empresas pagaran a sus trabajadores salarios decentes en vez de salarios de pobreza, los contribuyentes no tendrían que hacerse cargo de la diferencia.”[35]

Entre los trabajadores autónomos, para quienes los salarios signifiquen fundamentalmente consumo necesario para mantener su actividad económica, entre ellos ese 1,5 millones que no emplean trabajadores, y por contra vende la mayoría de sus productos a asalariados,  su interés objetivo es que la masa salarial que perciben los trabajadores se mantenga, y por tanto su interés más inmediato va unido en gran medida al de estos: que no aumente el desempleo, que no disminuyan los sueldos, el empleo ni las prestaciones públicas, etc...

Por contra cuanto más los salarios representen un coste, y más dependa su actividad económica del consumo de otras clases sociales, menos “afinidad de clase” tendrá con los millones de trabajadores asalariados, y más intresado estará en aprovechar las ventajas que las reformas laborales, la disminución de salarios y el aumento de los poderes patronales le brindan a la hora de mejorar sus márgenes de beneficios.

Puede que este sector de autónomos pequeños y medianos propietarios no influya en la elaboración de las leyes, no coopte a parlamentarios ni maneje lobbys en Bruselas, que esté subordinado a las condiciones que le imponga el gran capital o que no sea “rescatado” por el estado si su negocio quiebra pero sí compartirá en mayor medida el interés por reducir el “estado de bienestar”, disminuir las prestaciones sociales y servicios públicos, si ello supone pagar menos impuestos sobre sus ingresos, o el poder de negociación de los sindicatos aún a costa de las condiciones de vida de la mayoría social, en la medida en que todo ese contexto le permita mandar a sus hijos a escuelas privadas o curarse en hospitales privados y mantener un alto tren de vida.

 

El conflicto entre el gran capital y los pequeños productores y propietarios en la salida de la crisis.

Una parte de las grandes empresas buscan recuperar los niveles de ganancias que tenían antes de la crisis mediante la devaluación interna (disminución de salarios, austeridad presupuestaria, aumento de la “competitividad”) a fin de ampliar su cuota en los mercados internacionales. Esta es la estrategia defendida por la gran patronal española y el gobierno, a pesar de sus evidentes limitaciones dado el papel secundario de España en la división internacional del trabajo. A esta estrategia responde la erosión salarial y mayor facilidad en los despidos estimulada por las contrareformas laborales, la disminución en las prestaciones por desempleo o jubilación, u otras.

Pero esta estrategia confronta con los intereses de una gran mayoría de autónomos que no participan de los mercados internacionales, sino que dependen del consumo interno. Este conflicto de intereses aún siendo evidente, no parece nítidamente expresado en las palabras y declaraciones de los representantes de los pequeños autónomos, que si refieren sin embargo la caida del consumo interno como uno de sus principales problemas, al igual que para una gran cantidad de pequeñas empresas.

Un frente social contra la estrategia de la gran patronal contaría con el interés objetivo de una parte mayoritaria de los autónomos, pero ello requiere profundizar en las causas de la crisis y las  estrategias confrontadas que los distintos polos sociales y económicos plantean: abaratar costes, reducir salarios, recortar prestaciones, para el gran capital; acabar con el desempleo, aumentar los salarios y recuperar derechos sociales para la clase obrera y una amplia mayoría social.

 

Conclusiones

A pesar de su carácter secundario o subordinado, el autoempleo ocupa una posición relevante aún en las economías más avanzadas. En esta categoría se agrupan individuos cuya naturaleza es muy diversa y con intereses contrapuestos en muchas ocasiones.

Una parte de quienes aparecen como autónomos son en realidad trabajadores asalariados con una relación formal fraudulenta. En esta situación están entre un 10-15% de los autónomos.

Una parte muy importante, incluso mayoritaria, es un secor social potencialmente aliado de la clase obrera y los sectores sociales empobrecidos por la crisis, el desempleo, la disminución de salarios y los recortes, en su lucha por recuperar y mantener unas condiciones de trabajo dignas, por cuanto su prosperidad y supervivencia va unida a la de estos. Además sufren de igual o similar forma los abusos e imposiciones de las grandes empresas y monopolios que dominan la economía. Cualquier proyecto de frente amplio contra el poder de las grandes empresas y monopolios y por el progreso social debe tener en cuenta a estos cientos de miles de trabajadores.

Por el contrario un pequeño estrato de auto-empleados son también medianos y grandes empleadores y acumula sus ganancias principalmente sobre el trabajo asalariado por lo que comparte buena parte de los intereses y estrategias de la gran patronal para aumentar su riqueza a costa de los trabajadores.

 

Alfonso Lago

Noviembre 2014

 

[5]Según cifras del Ministerio de Empleo, y tal como se explica en el siguiente apartado, donde se entiende a los “autónomos propiamente dichos” como los que desarrollan su actividad económica como personas físicas, en contraposición a quienes están dados de alta en el RETA por ser administradores o tener otra vinculación con  sociedades.

[6]http://www.jaimelago.org/node/53, ver apartado “Servicios, consumo e industrilización”

[15]Datos MEeySS primer trimestre 2013.

[26]D. Harvey “Ciudades rebeldes”. Pag. 150.