Autor: Peter Mertens
Traducción: www.jaimelago.org
Andrew McAfee, de unos 40 años, con barba de tres días, es un apasionado de las nuevas tecnologías. Es profesor en la prestigiosa universidad Instituto Tecnológico de Massachusetts, el MIT, de Boston. El lema en latín de la Universidad es “Mens et Manus”, es decir... espíritu y mano. Pero, para McAfee, deberíamos añadir también "robot" a estos dos términos. Lidera la iniciativa del MIT en el área de la economía digital y publicó con su colega Erik Brynjolfsson un libro innovador, La segunda era de la máquina, que habla del "trabajo, el progreso y la prosperidad en una era de revolución tecnológica."
Andrew McAfee explica que "La Primera Revolución Industrial nació con la invención de la máquina de vapor. Esto nos permitió compensar la debilidad de nuestra fuerza muscular. Gracias a ella, ya no estábamos limitados a nuestra fuerza y la de los animales. Así, la humanidad fue capaz de tomar un camino completamente nuevo. Lo que está sucediendo es una revolución igual de importante. Gracias a la tecnología digital, los ordenadores y los robots, podemos ir más allá de los límites de nuestro cerebro. Podemos multiplicar nuestra fuerza cerebral de la misma manera que fuimos capaces de aumentar nuestra fuerza física durante la revolución industrial."
Se podría debatir la comparación de McAfee, pero es un hecho que estamos experimentando una nueva revolución tecnológica. Y tendrá consecuencias importantes, especialmente en el mercado laboral.
Según McAfee: “Si se utiliza bien, la revolución actual es una noticia increíble. Todos queremos más prosperidad y menos tareas repetitivas, tediosas y dolorosas. Podemos crear ese mundo. El gran desafío es saber qué se va a hacer con el contrato social que conocemos desde hace 200 años, una persona invierte su capacidad de trabajo en la economía y, gracias a su empleo, puede vivir decentemente y tener una vida mejor. Este contrato ha resistido doscientos años. Ahora, se puede crear uno nuevo. Porque estamos presenciando el advenimiento de una economía extremadamente productiva y rica, que requiere sólo una fracción de la mano de obra de la que hemos necesitado en los últimos dos siglos.”[i]
Puedo desplazarme sin problemas entre lo que dice Andrew McAfee en Boston y lo que decía mi madre en Sint-Antonius, un pequeño pueblo no lejos de Amberes: “Si nuestro Peter consigue un trabajo fijo y amor, todo irá bien.” Con esa frase empecé innumerables presentaciones de mi libro ¿cómo se atreven?. Ciento cincuenta presentaciones en un año y medio. Durante cada presentación, repetía esta pequeña frase de mi madre. Y, cada vez, veía cabezas asentir en la sala. Porque expresa una sabiduría popular que ha sido válida durante mucho tiempo. Un trabajo fijo era la primera fuente de estabilidad. El que tuviera un trabajo podía salir adelante. Alquilar una casa, pedir una hipoteca, vivir independiente de sus padres, apoyar a la familia. El hecho de que podamos vivir y dar a nuestros hijos una buena educación gracias a nuestro trabajo es lo que el profesor McAfee llama un "contrato social”. En la región de la que vengo, la campiña de Amberes, esta sabiduría era una cuestión de sentido común. Una relación estable, “encontrar el amor”, era considerada la segunda fuente de estabilidad, una condición para poder formar una familia.
El precario trabajo de Clinton, Blair y Schröder
Hoy en día, este modelo está bajo presión. Y mucho. Varios sociólogos han escrito libros sobre relaciones estables. Yo lo entiendo como empleos fijos. Hoy avanzamos rápidamente hacia un modelo en el que tener un puesto de trabajo ya no es sinónimo de seguridad. Tienes un trabajo, pero ya no te permite llegar a fin de mes, o ya no puedes ahorrar o pedir una hipoteca. Entonces, ¿cómo salir adelante? ¿Cómo dejar el nido familiar? Sin ayuda de los padres, esta perspectiva se hace cada vez más difícil. Incluso con diploma, el futuro ya no es seguro.
Este proceso se ha ido gestando durante algún tiempo. Cuando Bill Clinton era presidente, inventó los ''hamburguer jobs''. Big mac, small job: mal pagados y desprotegidos. Gran amigo de Clinton, el británico Tony Blair (una entrevista entre ambos se acaba de publicar), importó los Mc-jobs a Europa y fue más allá incluso, creando los contratos 0 horas. Estos contratos son el sumun de la flexibilidad: firmas un contrato para un empleo en el que no están definidas las horas de trabajo. Para tener, por ejemplo, una semana completa a jornada entera, y la siguiente sin apenas horas de trabajo. Se supone que debes estar siempre disponible, pero sólo se te paga por las horas realmente trabajadas. No conoces el horario con anticipación, así que no sabes cuánto vas a ganar. Así estamos. Gran Bretaña ya tiene un millón de trabajadores este contrato de 0 horas. Gracias a Tony Blair.
Un tercer socialdemócrata, Gerhard Schröder, importó este concepto al viejo continente. El gobierno de Schröder-Fischer regaló a Alemania los empleos a un euro y los “mini-jobs”. La coalición entre Verdes ylos Socialdemócratas introdujo el dumping social en su país y promovió la exportación basada en estos bajos salarios. Lo que describo en el libro ¿Cómo se atreven? El milagro alemán del dumping salarial se exporta´ria a toda Europa. Pero no, no llevó prosperidad a ningún sitio.
La evolución de los Mc-jobs no tiene nada que ver con la nueva revolución digital, pero está estrechamente correlacionada con las correlaciones de fuerza entre el trabajo y el capital. Estas relaciones cambiaron drásticamente en los años 90 en beneficio del capital. El trio Clinton-Blair-Schröder obligó a la población trabajadora a tragar con los Mc-jobs. La revolución neoliberal dio a luz a un mercado de trabajo fragmentado y precario. La evolución digital promociona aún más estos trabajos de miseria. Es lo que describe el investigador Dries Goedenier, del Grupo de Reflexión progresista Poliargus: “Las nuevas tecnologías están reforzando la tendencia hacia el trabajo precario, que se viene desarrollando desde los años ochenta. Los contratos de 0 horas, es decir, los contratos sin tiempo de trabajo establecido, existen desde los años ochenta, como los mini contratos en el sector servicios, que están en pleno apogeo. Porque las plataformas en combinación con el Internet móvil y la geolocalización permiten poner en contacto perfectamente la oferta y la demanda”[ii]
La economía colaborativa: discurso de izquierdas y actos de derechas
Cada vez compramos más servicios a través de Internet, fuera de los canales tradicionales. Las nuevas plataformas digitales se imponen. La plataforma digital Uber ofrece servicios de taxi, aunque no dispone de taxis ni de conductores. Los conductores de Uber no son empleados si no “contratados”. La multinacional cuenta con 160.000 conductores en el mundo contratados, pero apenas tiene 2.000 empleados, ninguno de los cuales es taxista. El conductor contratado no tiene ninguna protección. Proporciona su vehículo privado, su teléfono inteligente y su GPS, y depende enteramente de la oferta y la demanda. Uber cobra automáticamente una comisión del 20 % sobre el precio de la carrera, una cifra colosal. En 2014, los inversionistas evaluaban el valor de la empresa en 17 billones de dólares y, un año más tarde, en 2015 en más de 20 billones de dólares.
Lo mismo sucede con la plataforma digital Airbnb. Airbnb no invierte en ningún hotel y no tiene personal de hotel. Sin embargo, ofrece dos millones de pisos en 190 países. La empresa cotiza en bolsa por 30 billones de dólares y acapara cada vez más valor añadido hotelero a su proyecto, sin haber invertido un solo dólar en hoteles.
Uber y Airbnb no son pioneros. Entre sus precursores encontramos a Peerby, para el préstamo y alquiler de equipos, y la reparación café, la reparación de objetos. La idea era que los ciudadanos se ayudaran y se dieran servicios los unos a los otros. El concepto fue bautizado rápidamente como economía colaborativa. El concepto subyacente a la economía colaborativa es encomiable y el desarrollo tecnológico que lo hace posible es impresionante. Como dice el profesor McAfee: “Bien utilizada, la revolución actual la mejor noticia que existe”.
Desafortunadamente, no se ha usado bien. En un abrir y cerrar de ojos, hemos pasado de la economía colaborativa, a una economía de control, top-down, de arriba abajo. Y en esta economía, Uber, Airbnb, y otros, se convirtieron en instituciones autoritarias que fijan sin ningún contrapeso la remuneración de los servicios, imponen los códigos a los usuarios (tarjeta de cliente, etc.) y pueden despedir al trabajador de su plataforma de la noche a la mañana sin que éste tenga nada que decir. Estos nuevos gigantes no obedecen a ninguna norma o acuerdo y desprecian los derechos sindicales y los estatutos de protección. Son rodillos apisonadores que ponen en peligro toda protección social.
Evidentemente, no es normal. No debería ser así. Si sucede, es porque la política lo permite. En Berlín, Munich, Venecia, París, Valencia... en todas partes, Airbnb está asolando el mercado inmobiliario. Los residentes del centro de Ámsterdam ven como se marchan los vecinos. Los edificios se alquilan ahora en Airbnb, la habitación. Negocio redondo. Como resultado, el centro de la ciudad es prácticamente inasequible para los habitantes de Ámsterdam. Oficialmente, en una plataforma digital sólo se puede alquilar una habitación durante 60 días, pero los controles son muy difíciles y Airbnb se niega a hacer imposible que se alquile durante más tiempo en su sitio web. El sector hotelero sufre, al igual que la vida del barrio. “Ya no se trata de personas que alquilan una pequeña habitación unas semanas al año mientras están de vacaciones. Hoy en día, son viviendas que están permanentemente deshabitadas para poder ser alquiladas en Airbnb. Esto desestabiliza la política de vivienda, intensifica la crisis de la vivienda y cuesta mucho a la economía”[iii]dice Teunkie van der Sluijs, el joven portavoz del comité de barrio de Haarlemmer. Es muy duro con esta nueva multinacional: “Airbnb es una iniciativa muy hipócrita. Es una empresa que se presenta al mundo exterior como parte de la economía colaborativa, mediante una campaña de marketing muy bien orquestada, por la que pagó millones de euros. Y, en todo el mundo, la gente está cayendo en la trampa. Pero en realidad, es una empresa americana multibillonaria, en manos de fondos de capital de riesgo, que buscan un beneficio lo más rápido posible intentado rodear cualquier legislación. En los Países Bajos, trabajamos durante mucho tiempo en desarrollo de buenos acuerdos en vivienda. No puedes abrir una cafetería, una tienda o un hotel en cualquier sitio. Hay una distribución. Pero, de repente, una compañía multimillonaria viene y dice, "Vaya, todas estas reglas obstaculizan nuestra búsqueda del máximo rendimiento. Así que no vamos a respetarlas." Lo encuentro muy hipócrita. Por cierto, es una empresa que no paga impuestos. Airbnb no paga impuesto sobre la renta en Amsterdam ni paga impuestos sobre la renta de sociedades en los Países Bajos. Logra miles de millones de beneficios sin contribuir a la economía en la que opera. Sencillamente debería estar prohibido"
Según el periodista Sander Schimnlelpenninck, el término "economía colaborativa" ha dejado de aplicarse desde hace mucho tiempo. Es el ejemplo más moderno que se pueda imaginar de un "discurso de izquierdas y una práctica de derechas".[iv]
¿Debemos oponernos a la agenda digital, como dinosaurios aterrados de la era pre-digital? No, por supuesto que no. El concepto original de plataforma digital, en la que las personas se conocen entre sí e intercambian servicios sociales, es bueno. Estas plataformas no tendrían ningún valor sin la información y el aporte colectivo que proporcionan los usuarios. “Uber, Airbnb, Google, no serían nada sin las informaciones y los datos que les entregan los usuarios gratuitamente. Son los usuarios-colaboradores los que crean la reputación y el éxito de una plataforma” escribe el investigador francés Yann Le Pollotec. [v]
La cuestión entonces es cómo recrear, proteger y desarrollar la comunidad, y cómo asegurar una regulación, una legislación y unos controles sociales eficaces. La economía colaborativa debería basarse en un principio de utilidad general. Yann Le Pollotec escribe “En Seúl, el ayuntamiento de izquierdas prohibió Uber e instaló una plataforma de transporte urbano para desplazamientos individuales. Reapropiarse de lo que es común estuvo también en el corazón de la victoria de la lista de Ada Colau en Barcelona. Los ayuntamientos, el Estado y las instituciones como las Naciones Unidas deberían promover y desarrollar esos mecanismos públicos de cooperación, en lugar de apoyar el modelo de start-up privada que supone un desperdicio de recursos humanos y financieros al servicio del éxito de una minoría y para proyectos cuya utilidad pública muchas veces es más que discutible."[vi]Unos Uber y Airbnb públicos serían garantes de esta utilidad social universal.
El truco de Amazon Mechanical Turk
El mágico mundo de lo digital ha ido mucho más allá de ofrecer transportes o casas. El mercado de trabajo también se deja tentar cada vez más por el mundo digital, que le permite comprar y vender trabajo a precios inmejorables. Cada vez más plataformas en línea ofrecen una amplia gama de tareas y piden mano de obra.
Los que están al inicio de sus carreras suelen aceptar los trabajos mal pagados más diversos porque necesitan dinero rápido. ¿Hacer encuestas telefónicas, limpiar baños o investigar calles comerciales, quién no se ha dedicado nunca a eso? Mientras la situación no se eternice, y mientras te permita pagar las facturas, ¿por qué no? Amazon ha decidido explotar este filón y ha creado una plataforma online donde las empresas privadas pueden ofrecer todo tipo de pequeñas tareas. El nombre está bien escogido: Amazon Mechanical Turk.
El turco mecánico era una máquina que jugaba al ajedrez, con la que Wolfgang von Kempelen, noble húngaro, hizo una gira por toda Europa en el siglo XVIII. El show consistía en un tablero de ajedrez con, por un lado, un robot decorado con un turbante. Los amantes del ajedrez podían medirse con “el turco”. El autómata era tan talentoso que hasta campeones famosos mordieron el polvo. ¿El truco? Fue revelado en 1820, dieciséis años después de la muerte de von Kempelen: el autómata escondía a un pequeño jugador de ajedrez dentro. El autómata era una obra maestra: a través de diversos mecanismos, el jugador oculto podía ver la distribución de las piezas. Otros engranajes le permitían mover los brazos del “Turco” para mover las piezas. Durante su periplo, al menos seis pequeños campeones jugaron para “el Turco”. Con su sitio web Amazon Mechanical Turk, Amazon da la impresión de que hay servicios de automatización, pero detrás de la plataforma digital, miles de humanos llevan a cabo el trabajo. Por lo general, estas tareas valen poco. Escribir el texto de una carta escaneada: 20 céntimos. Describir lo que ves en una foto: 10 céntimos. Crear una cuenta de correo electrónico: 10 céntimos. Traducir doce frases del árabe al inglés: 1,5 dólares. Si quieres llevar a cabo una tarea más compleja, primero debes demostrar tu competencia superando varias pruebas de cualificación. Por ejemplo, transcribir un podcast. Y, naturalmente, las pruebas no se pagan.
Amazon Mechanical Turk ya no está sóla. En la red bullen plataformas en línea como ClickWorker, Crowd Factory. A quienes hacen el trabajo se les llama Crowdworkers, trabajadores de la multitud. A primera vista, parece un ambiente agradable. Trabajo colaborativo en el que la gente hace trabajos esporádicamente los unos para otros. Tal vez eso era así al principio, pero ya no lo es. Grandes empresas de lo más diverso confían ahora paquetes de tareas a plataformas en línea. Subdividen estos paquetes en paquetes más pequeños… y ya se hizo el truco. Estos paquetes se subastan en línea. En lugar de contratar trabajadores por convenio, las empresas se contentan con esperar a que alguien les preste el servicio. La mejor solución y la más barata se lleva el contrato. Sin contrato, sin posibilidad de promoción, sin protección, sin seguridad social. En Internet, expertos de todo el mundo luchan entre sí para conseguir contratos. Y, por supuesto, el cliente determina cómo se controlan las prestaciones y el comportamiento. Se estima que hoy, 15 millones de crowdworkers están activos en las plataformas en línea y que podrían llegar a ser 160 millones en 2020.
El pago a destajo: ¿regreso al futuro?
En la película Regreso al futuro, el joven Marty McFly se encuentra por accidente en 1955 y pone su vida en peligro al impedir a sus padres que encuentren. Vuelta al pasado. Lo mismo que ocurre con el pago por tarea, a destajo. La llamada "modernización del mercado de trabajo" es, de hecho, una vuelta a antiguas prácticas. Cuando, se desarrolla el capitalismo a mediados del siglo XIX, había miles y miles de miles de tejedores. Se les pagaba por pieza, de ahí el "pago por tarea". Una comisión de investigación describía la situación de las tejedoras en la región de Verviers: "Durante los seis años que llevan trabajando, su situación siempre ha sido igual de mala; trabaja a desatajo recibiendo 2 céntimos por pieza, y puede hacer 4 o 5 al día, pero nosiempre tiene trabajo. Cuando no teje, hila o trabaja en el campo. Nunca come carne; nunca toma café por la mañana, apenas un té con un poco de leche de cabra y sin azúcar. Durante el invierno, esta gente se calienta con la poca madera que recoge; trabajando desde las 5:30 a.m. hasta las 10 de la noche."[vii]Los primeros empresarios del sector textil adquirieron su poder gracias a la mano de obra de estos trabajadores a destajo, malpagados, y moldeables y usables a voluntad.
La vieja idea de pagar por tarea va ganando terreno. Ya no en polvorientos locales, mal calentados con fogatas de madera, si no en el mundo digital, en el que la compra y la venta de trabajo también toma el camino digital. El mito romántico de una economía digital colaborativa liberadora debe ser relegado al olvido. Los trabajadores no tienen convenios ni protección y compiten con otros miles y miles de trabajadores por el mismo empleo. En lugar de acabar con la esclavitud salarial, este sistema está creando una gigantesca espiral descendente en el todo el mercado laboral, y la esclavitud salarial se amplía todavía más. En Amazon Mechanical Turk, el salario por hora no pasa de 1.25 $. Menuda liberación... La única libertad es la de mantener el negocio evitando los sindicatos, la fuerza colectiva del mundo del trabajo, dejándote indefenso frente al cliente o al jefe. Tu trabajo se convierte en una mercancía, que ya no estará regulada por la correlacción de fuerzas, si no que estará determinada por la ley de la oferta y la demanda.
Asumiendo que te paguen, por supuesto, lo que no siempre pasa. Y nadie puede ayudarte a defender tus derechos. ¿Pasaste horas traduciendo un tedioso manual sobre impresión en 3D para un sitio web y no te pagaron? No puedes hacer nada.
Y no enfermes, porque no tendrás baja. Tampoco tendrás derecho a la pensión, y por tanto te interesará seguir trabajando. “A menudo, la situación es semejante a la de los asalariados. Pero sin convenios colectivos, derechos sociales o protección de los derechos de los trabajadores," dice Christiane Benner del sindicato alemán IG-Metal. Es un mercado laboral sin control, participación, sin fuerza colectiva de los trabajadores, sin contrapoder. Un mercado de trabajo puramente liberal, tal y como existía al inicio del capitalismo. Cosas viejas bajo un nuevo envoltorio. Los que logran ver más allá del resplandor causado por el mundo digital, perciben un nuevo mundo poblado por trabajadores autónomos, mal pagados y completamente aislados. Sin sindicato, sin protección social, indefensos frente a los abusos y la explotación.
Pero donde reina la injusticia, florece la resistencia. Los primeros crowdworkers ya están organizados bajo el lema “Crowdworkers of the World, ¡unite!”. Sólo la acción colectiva ofrece una salida. El investigador Dries Goedertier también es de esa opinión: "Organizarse colectivamente es la única manera de hacer posible la seguridad social, salarios decentes y una división equilibrada entre el tiempo de trabajo y tiempo libre. Los trabajadores de las plataformas sólo podrán evitar verse obligados a trabajar a cualquier precio organizándose."[viii]
Los pokémon y la llegada de la industria 4.0
A finales de agosto de 2016 se publicaba la siguiente noticia: "La aldea flamenca de Lillo, cerca de Amberes, insta al establecimiento de un toque de queda para jugadores del juego móvil Pokémon Go". Lillo, es un pequeño oasis verde en medio de las pilas de containers del puerto. La aldea, remota, apenas cuenta con cinco pequeñas calles y treinta y tres habitantes. Que viven allí fundamentalmente por la tranquilidad. Pero en el verano de 2016, de repente el pueblo se vio invadido por 4.000-5.000 personas en un fin de semana. Teléfono móvile en mano, en búsqueda febril de animales virtuales: los Pokémon. Estos animales no son reales, pero gracias al GPS y a la cámara de su smartphone, puede verlos en su pantalla. El objetivo es capturar animales virtuales y luego entrenarlos. Sin embargo, la compañía americana de diseño Niantic, colocó algunos ejemplares raros en el pueblo de Lillo. Increíble. Durante el verano de 2016, más de treinta millones de jugadores fueron a cazar animales virtualmente con su móvil. Nadie lo hubiera imaginado hacía diez años.
La tecnología está cambiando y la moda Pokémon muestra hasta qué punto estas nuevas tecnologías tienen un impacto en nuestra vida cotidiana. Lo habíamos visto antes en los cines. La película Minority Report, de Spielberg, de 2002, tiene lugar en un futuro próximo en el que los anuncios animados se dirigen directamente al viandante por su nombre de pila y te aconsejan que te tomes un tiempo libre o te compres un reloj inteligente o un perfume nuevo. “Necesitas relajarte, John Anderton, ven de vacaciones con nosotros", dice un holograma digital mientras pasa el héroe. No estamos tan lejos. Esta tecnología, se llama realidad aumentada, y es diferente de la realidad virtual. En la realidad virtual, dejas el mundo real para bucear en un mundo virtual completamente nuevo, gracias a unos auriculares o a unas gafas digitales. Como en la película Matrix de 1999. En la realidad aumentada, no dejas el mundo real, pero la realidad se "aumenta" añadiendo una dimensión adicional. Como pasa con los Pokémon. No son reales, pero los ves en tu pantalla. Con el debido respeto a los cazadores de animales, esta realidad aumentada también puede usarse para propósitos útiles. En cirugía se puede usar para estudiar cómo extraer un tumor. En los museos para explicar y revivir los cuadros. Los personajes cobran vida y puedes bucear en la obra de arte.
Toda una serie de tecnologías cambiarán nuestras vidas. Robots humanoides que pueden utilizarse para una amplia gama de tareas: en las líneas de producción, como enfermeros en centros de salud o como soldados en los campos de batalla. Los coches y camiones se conducirán solos. Escáneres automáticos en supermercados. Sistemas informáticos con inteligencia artificial (IA) que asisten a oncólogos y otros médicos. Impresoras 3D para imprimir bajo demanda. Biología sintética. Nanotecnologías para desarrollar materiales a escala nanométrica, es decir, de un tamaño de una milmillonésima de metro. Cuyas aplicaciones prácticas ya son numerosas: ropa impermeable y ventanas autolimpiables.
El Profesor McAfee afirma: "La tecnología evoluciona cada vez más rápidamente. Constantemente estamos siendo testigos de nuevos avances. El progreso continúa su implacable marcha en el mundo de la técnica. La memoria, el procesamiento, el almacenamiento y el ancho de banda se multiplican por dos cada dieciocho meses desde hace años. Y esto continuará siendo así durante la próxima década. Nuestro pequeño móvil es un supercomputador en comparación con la generación anterior". En este contexto, las plataformas digitales que negocian servicios no son más que detalles. El punto clave consistirá en la combinación de las mejores tecnologías en la industria manufacturera. Máquinas que se comunican digitalmente entre sí, robotización con impresión en 3D y producción a medida. Es la llamada "fábrica inteligente" de la "cuarta ola industrial".
La primera ola fue la de la fundición, las locomotoras a vapor y las fábricas, que dieron lugar a la revolución industrial de 1780. Esta ola fue descrita de una manera extraordinaria por el historiador británico Eric Hobsbawm en su libro La era de las revoluciones.
La segunda ola llegaría de mano del acero, la electricidad y la primera división del trabajo en la industria en la década de 1870. Esta ola se completó con la producción en serie de la primera cadena de montaje en la que se ensambla el famoso modelo Ford T. Es el fordismo de los años 1930.
La tercera ola industrial dio origen a los primeros ordenadores, a la electrónica y a la producción automatizada de los años1970. Los nuevos métodos de producción de Toyota en los años ochenta marcan el final de esta tercera ola, con el paso del trabajo basado en el almacenamiento a la producción just-in-time que promueve el toyotismo.
Hoy vivimos la cuarta ola industrial, la llamada "Industria 4.0". Las nuevas tecnologías web permiten que las máquinas, equipos y piezas puedan comunicarse entre sí, creando redes dinámicas que optimizan costes, materiales y consumo de energía. Es el Internet de las cosas. La industria 4.0 permite responder rápidamente a los deseos del cliente y organizar las redes logísticas y energéticas de manera más eficiente.
¿Veremos la desaparición de la mitad de los empleos?
Davos es el pueblo más alto de Europa, idílicamente situado en los Alpes suizos. En el pueblo hay un balneario y una estación de esquí, pero es conocido sobre todo porque cada invierno, se reúne allí la élite internacional. Amiguismo a alto nivel. Banqueros, industriales, políticos, hombres de negocios y lobistas de todo tipo acuden al Foro Económico mundial. Es la fusión entre el mundo de los negocios y la política. En 2016, el foco del debate trató sobre la industria 4.0. Entre bastidores, la rivalidad entre las grandes potencias era palpable. A la industria alemana históricamente líder en el sector de la ingeniería mecánica, le gustaría seguir siendo la campeona de la industria 4.0. Cuenta con el pleno apoyo del gobierno alemán, que ha elaborado un plan estratégico para la industria 4.0. Que no se limita a la ingeniería mecánica. Abarca también la inteligencia artificial, la informática y las aplicaciones digitales en la industria manufacturera. Sin embargo, en esos sectores los estadounidenses son quienes lideran el mercado. En esta lucha para asegurarse el liderazgo de esta nueva ola industrial, los alemanes han realizado una alianza con los chinos, que se están lanzando a fondo en la industria 4.0. La carrera por la pole position de las nuevas técnicas de producción tiene un aspecto de guerra económica.
En su estudio El futuro del empleo, el Foro Económico Mundial de 2016 estima que esta guerra costará muchos empleos: 5 millones. La digitalización, la nanotecnología, la biotecnología, y el uso de los robots y las impresoras 3D causarán la desaparición de 7 millones de puestos de trabajo en todo el mundo hacia 2020, y supondrá la creación de apenas 2 millones. [ix]
Otros estudios son más alarmantes "El 47% de los empleos de los Estados Unidos podría ser confiado a máquinas inteligentes en 20 años",[x]según Carl Frey y Michael, dos investigadores de la Universidad de Oxford. El Grupo Europeo de Reflexión Bruegel está haciendo esos cálculos en nuestro continente. Llegó a la conclusión de que el 54% de los empleos de la Unión Europea podrían verse amenazados. En otras palabras: en el transcurso de los próximos 20 años, el riesgo de que un empleo de cada 2 desaparezca de su forma actual es de moderado a alto. Es muchísimo.
Nos enfrentamos a un gran reto. La redistribución del trabajo y la lucha por la semana de 30 horas son los principales mecanismos para contrarrestar la supresión de puestos de trabajo que anuncia la industria 4.0. El bueno y viejo Karl Marx fue uno de los primeros a sacar a la luz sistemáticamente este hecho: “La máquina en sí misma reduce el tiempo de trabajo, facilita el trabajo, permite al hombre triunfar sobre las fuerzas naturales, aumenta la riqueza del productor, pero, su empleo por el capitalista, prolonga la jornada laboral, aumenta la intensidad del trabajo, somete al hombre a las fuerzas naturales, empobrece al productor". Dos caras de la misma moneda. Lo cierto es que, si no hacemos nada, el resultado será terrible. Realmente terrible.
Una agenda para el trabajo 4.0
Visto el auge de la industria 4.0 en Alemania, visitamos la planta de Volkswagen en Brunswick. Uwe Fritsch es delegado sindical de IG Metall desde 1985. En 2002, fue nombrado Presidente del Comité de Empresa de Brunswick. Fritsch resume a qué se asemeja la revolución digital en el sector automotriz "No cabe duda de que las empresas siempre tienen un interés fundamental en racionalizar, nada cambia en ese sentido, y esto también pasa en VW. Pero la forma en que se ponen en práctica las mejoras tecnológicas va paso a paso. Además, requiere grandes inversiones. Por ejemplo, aquí, en Brunswick, se hicieron los primeros experimentos de técnicas de impresión 3D para piezas de equipos producidas en pequeñas cantidades. Hay otros proyectos, como la soldadura manual virtual en la formación de los aprendices o la introducción de las llamadas gafas Google. El control en red de las instalaciones de fabricación de piezas de vehículos está muy avanzado. Aquí, expresiones como el internet de las cosas se concreta día a día. En el futuro, el hombre literalmente tendrá que trabajar mano a mano con los robots."[xi]
Lo mismo puede decirse de los puestos de trabajo distintos a los de producción y el ensamblaje. Uwe Fritsch continúa: "La profesión de dibujante técnico ha sufrido una mutación completa y ya prácticamente no existe, porque se pueden simular desarrollos técnicos gracias a conceptos animados en 3D. También habrá muchos cambios en los procesos de trabajo indirectos, el de desarrollador, planificador, jefe de proyecto de logística, distribución o gestión del trabajo. En mi opinión, este aspecto todavía se discute poco. La industria 4.0 se vincula necesariamente a la oficina 4.0".
Los sindicalistas alemanes están convencidos de que el mundo del trabajo tendrá que imponer su propia agenda en la lucha por el trabajo 4.0. De hecho, las innovaciones tecnológicas no son neutrales. Nunca lo han sido. Pueden servir para aligerar la jornada, para redistribuir el trabajo y para introducir nueva legislación que proteja a los nuevos trabajos. Pero también puede hacer desaparecer numerosos empleos, aumentar la presión sobre los trabajadores restantes y desregular los derechos sociales y el mercado laboral. Lo que nos depare el futuro dependerá de la correlación de fuerzas.
Se necesitará una nueva agenda ofensiva de izquierdas, según Uwe Fritsch, para promover el desarrollo de la formación y las cualificaciones profesionales, la formación en seguridad laboral, protección de la salud, laergonomía y organización del tiempo de trabajo.
Dentro de los sindicatos, las discusiones y los estudios sobre el tema van se van desarrollando. Discuten sobre nuevos acuerdos de negociación colectiva que cubra también a los trabajadores en línea. Analizan la posibilidad de un veto que permita a los sindicatos oponerse a la subcontratación, cómo eliminar las situaciones de falsos convenios, y falsos autónomos, sobre los posibles regímenes de seguridad social para los autónomos. También estudian nuevas leyes antiestrés, el derecho a veto de los trabajadores para contrarrestar la sobrecarga digital, nuevas normas y períodos de descanso para el trabajo digital en casa. Reflexionan sobre el control democrático y la transparencia sobre los datos almacenados, el big data. Pero también en el derecho a la formación en nuevas técnicas. Y mucho más. En definitiva, el mundo del trabajo necesita su propia agenda.
"Los demagogos de derecha y extrema derecha, la patronal francesa, pero también el social-liberalismo, se atreverá a oponer al nuevo proletariado de los nuevos sectores digitales a los privilegios del sistema salarial tradicional, que todavía cuenta con contratos indefinidos", escribe el investigador francés Yann El Pollotec. “La peor de las trampas sería aparecer como defensor sólo de la base salarial tradicional o sólo del nuevo proletariado de las subcontratas. Al contrario, hace falta unirlos. La prioridad debe ser ganar nuevos derechos en protección social, siguiendo el ejemplo del convenio sobre el trabajo portuario logrado por los estibadores".
Necesitamos unidad, nuevos estatutos sociales y nueva legislación. Pero eso no será suficiente, escribe el periodista alemán Lothar Geisler: "Si no luchamos consistentemente por el "derecho al trabajo para todos", si se considera la petición de una reducción drástica del tiempo de trabajo sólo como una tarea de segundo orden y si sólo nos interesan las condiciones de trabajo digitales, estaremos errando el blanco.”[xii]Necesitamos una reivindicación ambiciosa frente a esta cuarta ola industrial que amenaza a millones de empleos. Una reivindicación que nos una a todos y que nos permita tener tiempo libre de nuevo. No es de extrañar que la semana de 30 horas sea una reivindicación cada vez más importante para los sindicatos alemanes. Es una reivindicación clave que pretende transformar la innovación tecnológica en nuevos puestos de trabajo y un nuevo equilibrio social.