Cada año, la élite política del plantea se reúne para abordar el creciente problema del calentamiento global. Sin embargo, un conocido obstáculo paraliza cualquier solución real, la lógica del capitalismo: "los beneficios son lo primero".
Jos D'Haese y Brecht Vanacker
Desde 1995 se celebra anualmente una cumbre internacional sobre el clima. Y cada año se repite la misma escena, que probablemente volveremos a ver en las discusiones de Varsovia: peleas para determinar quién debe asumir la mayor parte de la responsabilidad en el calentamiento global. Occidente se opone constantemente a los países en vías de desarrollo. Estados Unidos sigue señalando a China, India, Brasil y otros países emergentes con rápido crecimiento económico como aquellos que emiten más CO2. China y otros países señalan que la contaminación atmosférica histórica es responsabilidad de los países industrializados.
La Unión Europea y los Estados Unidos suelen afirmar que no los más contaminantes. En 2011, fueron responsables, respectivamente, del 11% y el 16% de las emisiones globales de las emisiones de gases de efecto invernadero.1 Ese mismo año, China era responsable del 29%. Estas cifras sin duda parecen convincentes, pero que están lejos de dar una imagen completa de la situación. Las emisiones per cápita ofrecen una visión diferente. En 2011, China emitió 7,2 toneladas de CO2 per cápita.2 La Unión Europea, 7,5 toneladas, y en Estados Unidos... 17,3 toneladas por habitante.
Producción externalizada
También es importante diferenciar entre la producción y el consumo. Más del 27% de las emisiones de China son el resultado de la producción de para los mercados extranjeros.3 Aunque estos productos son importados por Occidente, las emisiones de CO2 generadas en su producción se registran en China. En la Unión Europea, las emisiones per cápita de CO2 derivadas de la producción interna en la propia UE es de 7,5 toneladas, pero esta cifra se eleva a 8,9 toneladas, si se calcula en función del consumo por habitante.4 Como Occidente ha externalizado su producción, principalmente a China, parece vivir de una manera menos contaminante. Nada más alejado de la realidad.
Independientemente de esto, Occidente también tiene una gran responsabilidad en la emisión histórica de emisiones de gases de efecto invernadero. Desde la revolución industrial, las economías occidentales pudieron crecer sin importarles el clima, nadie se preocupaba del calentamiento global. En el siglo 20, los Estados Unidos emitieron tres veces más emisiones de gases de efecto invernadero que China. Por lo tanto, sería incorrecto no tener en cuenta estos 200 años de contaminación excesiva en la redacción de un acuerdo sobre el clima.
Consecuencias desigualmente distribuidas
Sin embargo la injusticia social del clima no sólo radica en el hecho de que Occidente tiene una gran responsabilidad en las emisiones de gases de efecto invernadero. Las consecuencias del calentamiento global también se distribuyen de manera desigual. Aunque en nuestro caso se limitan a veranos muy calurosos e inviernos húmedos, en el Sur ya están experimentando importantes problemas debido a la sequía, las inundaciones, las tormentas... Esta situación crea un gran flujo de refugiados climáticos. Más de 32 millones de personas ya han huido de las consecuencias del cambio climático y, de aquí a 2050, según el IPCC, alcanzarán los 150 millones.
Un acuerdo sobre el clima no sólo debe garantizar que se reduzcan nuestras emisiones de gases de efecto invernadero, sino que también debe ser socialmente justo: teniendo en cuenta la emisión histórica y la distribución de la producción y dando la oportunidad de que los países en desarrollo logren su indispensable crecimiento. Esto quiere decir que Occidente debe aceptar el soportar mayores esfuerzos para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero, y que proporcione apoyo financiero y tecnológico al resto del mundo para hacer frente a las consecuencias del cambio climático y reducir allí también las emisiones.
Invertir a largo plazo
Pero las posibilidades de un acuerdo son mínimas. Mientras los países y las empresas sigan pensando según la lógica capitalista de la "los beneficios son lo primero", no habrá soluciones reales. Las reformas ecológicas implican generalmente invertir en soluciones rentables sólo a largo plazo. Esta no es la lógica de los estados y de las empresas, según la cual se debe generar permanentemente beneficios a corto plazo, so pena de ser arrasado por la competencia, evaporándose igualmente los posibles beneficios. Y si el lucro es la única prioridad, el ser humano y el planeta pasan a un segundo plano.
Abordar el cambio climático requiere un sistema completamente diferente. Un sistema donde la producción esté en manos de la sociedad y se pueda planificar de una manera democrática. Un sistema en el que podemos buscar soluciones colectivas a los problemas. Un sistema en que "lo primero sea el planeta, antes que los beneficios." Un socialismo 2.0.
Notas:
1. A. Kenis, M. & Lievens, De Groene mito van economía, 2012 Uitg.
2. Ibid
3. www.ipsnews.be/artikel/steeds-meer-co2-uitstoot-door-europese-consumptie
4. Eurostat (noviembre de 2011)